En una noche como hoy, donde me he bebido mas de dos botellas de ron, y mi delirium tremens es excesivamente agonico e idolatra, he transcrito esto, espero q le guste y les disgute......
Ojo: Por ser altamente peligroso en su contenido, solo se recomienda a personas de 30 a 100 años con tendencias polÃticas de derecha o de extrema izquierda.
COEFECIENTE INTELECTUAL NECESARIO: de 140 a 200
Pena de Muerte, YA.
El desmesurado crecimiento de la delincuencia en los últimos tiempos, hace imperiosa la necesidad de restablecer en el paÃs uno de los grandes ideales bolivarianos: la pena de muerte.
Hoy por hoy no existe reunión social, empresarial, o grupo de cualquier naturaleza, en donde el noventa por ciento de los presentes no haya sido robado, violado o atracado. La ciudad se ha transformado en un verdadero infierno de arrebatones, atracos y asesinatos a mansalva. La gentes, que prácticamente vive prisionera entre las rejas de sus balcones o de sus casas, ya no puede salir de noche. Si lo hace y tiene la suerte de no ser asaltado en plena vÃa pública, al regresar a su hogar lo encontrará totalmente desvalijado. El cuadro es dramático. Las autoridades impotentes ante el crecimiento delictivo toman medidas de discutible eficacia, por no hablar de la lenidad de los operativos contra el hampa común, que apenas duran una semana y de inmediato son echados al olvido. Las cárceles ya están llenas a un punto en el cual es prácticamente imposible meterles más gente. Las mismas policÃas están penetradas por el bajo fondo y el hombre de bien pasó de la sensación de miedo al estado de terror. Para consagrar el caos y la falta total de seguridad ciudadana, un Congreso de alcahuetes del delito aprobó la Ley de Sometimiento a Juicio y Libertad Condicional, que permite que todos los delincuentes se paseen libremente por las calles cometiendo nuevos desafueros. Por otro lado, en apoyo descarado y evidente complicidad con los hampones y asesinos, cada dÃa vemos en la prensa y la televisión artÃculos de periodistas comunistas y seudo criminólogos, polÃticos mal nacidos y los famosos abogados defensores, que tienen la osadÃa de condenar las tÃmidas medidas de represión del gobierno. Con descarado cinismo piden trato más humanitario, juicios considerados y la libertad inmediata para los presos que han asesinado, violado y robado a niños, mujeres, ancianos y hombres indefensos.
Frente a esta situación no podemos cruzarnos de brazos. Es indispensable mano dura contra el hampa. Se hace indispensable aplicar de una vez por todas la pena de muerte o el sancocho en vivo para ciertos criminales. Tenemos que liquidar para siempre a los hampones reincidentes, a los violadores, a los asesinos, a los guapos de barrio, a los homosexuales y secuestradores y a todos los que le quitan la paz y el sueño a los hombres de bien y de trabajo. El mejor argumento para la instauración de la pena capital es que no es posible que nuestros impuestos financien esas escuelas del delito y centros de contaminación del SIDA que son las cárceles. Nuestra razón radica en que el ser humano debe deshacerse de la basura. Eliminar de manera definitiva las manzanas podridas que sólo dañan a las buenas. En estos tiempos de escasez el Estado no tiene como mantener a lo inservible. La pena de muerte es algo corriente en la historia de los pueblos. La consagran en sus constituciones los centros de estudio cientÃfico donde saben que al mal hay que cortarlo por lo sano.
Los oportunistas y politiqueros de siempre que se oponen a la medida alegan que ella es inhumana; que no es ejemplarizante y es ajena al gentilicio y a las tradiciones navideñas del venezolano. A estos argumentos anodinos debemos responderles que no queremos que sea ejemplarizante. Lo que deseamos es matar a quien mató. Cortar la mano al que robó, tal como lo hace la sabia y milenaria ley de los musulmanes. Hay que liberarse de esta lacra socia, de esa carga de mal nacidos. Sacarles los ojos y torturarlos si es el caso. Para que recuerden el precepto bÃblico: ojo por ojo y diente por diente, nariz por nariz y rodilla por rodilla. No aceptamos el argumento de que la causa del crimen es la crisis económica y el sistema. Son millares de millares los pobres pero honrados que hay en este paÃs. Ahora más que nunca, respetemos el ideal bolivariano en la lucha contra los enemigos del bienestar de la sociedad. No sólo fueron ejemplos dignos el fusilamiento de Piar y el decreto de Guerra a Muerte, sino también su firme y constante voluntad de fusilar a todos los que se lo merecÃan.
Para nosotros es indiferente el método que se emplee. No es hora de encauzarnos en diatribas inútiles sobre si debe ser la silla eléctrica, la horca, la guillotina, el garrote vil, la estrangulación, la lapidación, la crucifixión, el envenenamiento, o tirar al delincuente por un precipicio. Aprovechemos que éste es un paÃs pluralista en las ideas y con la mente abierta a todas las corrientes y usemos todos los métodos juntos. Pero ya. El pueblo quiere sangre de asesinos. Como complemento se hacen necesarias verdaderas redadas en sus guaridas tradicionales. Razzias en donde no sólo caigan los delincuentes y los sospechosos de llegar a serlo, sino también sus madres, sus mujeres y sus hijos. Ellos son cómplices y encubridores naturales de quienes les llevan de comer con el dinero hurtado. Son los aguantadores por el lazo de la sangre. Y si con ellos no es procedente la muerte, es necesario que una vez encarcelados se les envÃe para las colonias móviles de El Dorado, u otras peores, más adentro en la selva, en donde haya bastante malaria.
Junto a estas medidas el paÃs necesita urgentemente varias reformas serias al Código Penal. Una legislación en donde se aumenten todas las penas en un doscientos por ciento todos los delitos. Que se acepten pruebas más simples que faciliten la labor de los jueces, y permitan condenar rápidamente al procesado por su apariencia, por su mirada o por el simple temblor de voz cuando cÃnicamente dice que es inocente. Hay que despertar, porque si ahora no se toman las medidas mañana será demasiado tarde. Hago un llamado a la reflexión: pena de muerte y leyes cien veces más duras, o el crimen organizado tomará el poder.
P.D.: Que perturbado y tranquilo me encuentro.