Todos los ejercitos se presentaron ante el trono y El sabia el nombre de cada estrella. El Hijo estaba a su derecha con el rollo a punto de ser abierto.
Solo unos pocos generales conocian su contenido.
- ¡Alabado seas, Señor de los Ejercitos, Eterno Padre!, se escuchaba en la Montaña Santa.
-¡Alabado seas, por los siglos de los siglos!
Leviathan adoraba al Padre siempre despues de cada batalla, aunque llegasen cansados y manchados de sangre y oliendo a oscuridad, aunque hubiese perdido a mil compañeros en el campo, siempre debian acudir a rendirle honores a El.
Pero ya comenzaba a aburrirse. Ya sentia el vacio incomodo de no ser libre, ya estaba odiando esa eterna luz que dañaba sus ojos.
Ya el Reino de los Cielos se estaba convirtiendo una prision.
Y no era el unico. Eran muchos como el que sentian las ganas de liberarse; y ya era tiempo de escuchar al Otro Hijo, aquel que iba a batallar junto los suyos, el Hijo que estaba a la izquierda del Trono pero que ahora no estaba.
El Hijo guerrero y sangriento, la Luz Oscura del Señor, su Sombra...
-¡ Busquen a Lucifero!,ordeno El a sus Arcangeles.
Y Miguel fue a buscarlo...