La trampa activa el sistema biológico de la recompensa que tiene el cerebro, de manera que algunas hormonas y neurotransmisores como la endorfina, la dopamina y la serotonina hacen que el individuo tramposo, cuando maquina algo que él considera vital para su supervivencia, se ve recompensado con una sensación de placer. En esta maraña de neuronas y sustancias interviene también la hormona leptina, registrando en el cerebro el efecto gratificante de esta conducta. Igualmente, la activación del estriado ventral es mucho mayor, por ejemplo, cuando un individuo gana más dinero que otros, según una investigación en la Universidad de Bonn, Alemania, que demostró que la comparación social determina el grado de placer. Cuanto más alto el estatus, mayor la satisfacción.