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anonimo

Novela Reloaded
« : Septiembre 04, 2005, 07:21:18 pm »
Capítulo I: Huída de Imburgo

 
« ltima Modificacin: Abril 20, 2006, 07:39:09 pm por Stukov »

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #1 : Septiembre 04, 2005, 07:22:40 pm »
Capítulo II: El camino hacia el este y la caída de Sora

 
« ltima Modificacin: Abril 20, 2006, 07:40:19 pm por Stukov »

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #2 : Septiembre 04, 2005, 07:44:57 pm »
Capítulo III: Sahjem, rey de Välos
 
« ltima Modificacin: Abril 20, 2006, 07:40:51 pm por Stukov »

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Desconectado Jame007

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« Respuesta #3 : Septiembre 12, 2005, 04:38:12 pm »
pero quieres acabar el capitulo de una maldita vez mamon, q queremos mas :lol:  
Esto si es estar favorecido!!!

Sol, the Great Father Favored 1,470,000,000
Luna, La luz de la Noche Favored 1,265,000,000
Nature, the Wheel of Life Favored 659,000,000
Magic, the Mistress of Chaos Favored 664,000,000
Science, the Magic of Man Favored 1,217,000,000
Satan, Ruler of the Nine Hells Favored 940,000,000
Lucifer, the Light Bearer Favored 1,437,000,000

Sol, El grandioso Padre esta vigilando tu reino.
Luna, La luz de la Noche esta vigilando tu reino.
Naturaleza, the Wheel of Life esta vigilando tu reino.
Magia, the Mistress of Chaos esta vigilando tu reino.
Ciencia, the Magic of Man esta vigilando tu reino.
Satanas, Ruler of the Nine Hells esta vigilando tu reino.
Lucifer, the Light Bearer esta vigilando tu reino

Shurgan: Sol es un hijo puta, ojalá fuera un mago para petarlo <--- xDDD


Jame007, sr. de los efreetis xDD:

efreeti 10,744


Se recuerda que Jame007 es el principal gerente (junto ChaosSoldier y el cyber de Granada) de todas las cuentas bancarias de Hispano xDDD

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Desconectado Jame007

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Novela Reloaded
« Respuesta #4 : Septiembre 15, 2005, 11:52:14 pm »
Pobre stukov cof cof!! Nadie le exa piropos xD
Esto si es estar favorecido!!!

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Luna, La luz de la Noche Favored 1,265,000,000
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Satanas, Ruler of the Nine Hells esta vigilando tu reino.
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Tariq

Novela Reloaded
« Respuesta #5 : Octubre 02, 2005, 10:06:36 pm »
cada vez tengo menos protagonismo, al final seguro ke me matas xDDD ;)  

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #6 : Octubre 16, 2005, 02:38:42 pm »
Cita
cada vez tengo menos protagonismo, al final seguro ke me matas xDDD ;)
si... os batis en duelo tu y ChaosSoldier ap ver kien se keda cn belenhispana

xD

COMUNICO Q DNTRO D POKO POSTEARE EL CAPITULO 3 4 y 5

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Desconectado Jame007

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Novela Reloaded
« Respuesta #7 : Octubre 16, 2005, 03:16:34 pm »
a ver si es verdad :rolleyes:  
Esto si es estar favorecido!!!

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Luna, La luz de la Noche Favored 1,265,000,000
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Science, the Magic of Man Favored 1,217,000,000
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Luna, La luz de la Noche esta vigilando tu reino.
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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #8 : Octubre 23, 2005, 05:13:45 pm »
Capítulo IV: El Culto del Dragón

   
« ltima Modificacin: Febrero 04, 2009, 01:37:01 am por Stukov »

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Desconectado Lukander

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Novela Reloaded
« Respuesta #9 : Octubre 24, 2005, 02:53:34 am »
No habia leido esto ta mu bien :D
  Lo ke no sé con kienes se corresponden todos los personajes  :unsure:  
Lukander es el más grande. Si me atacas, me beberé tu sangre. Si me pillageas, te convertiré en guisante. Si me sitías, te meteré todo el glande. Y todo ello en un instante. [span style=\'color:blue\']Lukander is the clander !!![/size][/font][/span]

Mi vieja descripción del arx de mari, rescatada pa ke no sea tan sosa mi firma :P

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #10 : Noviembre 08, 2005, 05:55:41 pm »
pa menos d uan semana: capitulo 5

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Tariq

Novela Reloaded
« Respuesta #11 : Noviembre 08, 2005, 11:19:09 pm »
Cita
- ¿Cuál es la relación entre Asarik e Irautsha?- Le susurró Sahjem a Yurkov.
   - Fueron amantes en antaño.- Contestó Yurkov.- Pero eso fue hace muchos años.
 
 :wub:


Mira ke dejarme en el castillo xDD ¿no me dejas divertirme?

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #12 : Noviembre 09, 2005, 05:42:40 pm »
tu eres un mago blanco..
tu cmo cosas ofensivas... no muxo xD

ad+ ya tamos los magos to xulos pa luxar :P

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #13 : Noviembre 09, 2005, 08:17:06 pm »
Capítulo V: Las ruinas de antaño

   Una figura surcaba el horizonte a lomos de un caballo pardo. El astro rey se estaba ocultando en la lejanía y pronto la noche llegaría. Hacía tanto tiempo que no viajaba por aquellas tierras… tantos años escritos con tinta en el papiro infinito que es el tiempo. Aún recordaba cuando ejércitos con la causa de aniquilar las fuerzas que defendían a Seporia marchaban por aquel lugar. ¡Cuántos recuerdos! Se acordaba de los grandes dragones negros que surcaban los cielos y de la infantería de elite enemiga. Cabalgó y cabalgó por el infinito yermo. Era una tierra muerta de suelo rojizo y algún arbusto en medio de la nada. Cabalgó durante toda la noche hasta el amanecer. Con la salida del sol, divisó una extensa zona árida. La estrella salía desde el fondo del valle, dando a conocer la majestuosidad de la muerte. El calor del día hacía que el aire ondulase al horizonte. La luz rojiza hacía de aquel yermo un lugar más siniestro aún. Miles y miles de esqueletos descansaban en aquella tumba común. La montura del misterioso hombre se negó a continuar, pues el caballo podía oler la muerte y la desesperación. No tuvo más remedio que descender de ella y atarla a un árbol muerto para evitar que escapara. El hombre, ataviado con una túnica negra empezó a caminar. Su rostro lo cubría una capucha del mismo color que su túnica y capa. Un pañuelo cubría el rostro salvo los ojos. Fuera quién fuese, quería permanecer de incógnito. Bajó por una cuesta hacía aquella fosa y contempló aquel desolador paraje. Banderas, ya rasgadas por el viento, de ambos bandos ondeaban. Los esqueletos y cadáveres en descomposición de humanos compartían el mismo destino que el de dragones de gran tamaño, caballos, mastines y demás seres. La paz de la muerte había acallado la gran guerra que los que vivían habían provocado. Las pisadas del negro personaje hacia que los huesos crujieran a sus pies. Caminó por la larga senda de la muerte hasta llegar a un punto en el que podía ver Sora. La ciudad, que un día fue la joya de la civilización, ahora estaba en ruinas. Sus murallas, agrietadas por el paso del tiempo y el impacto de las catapultas y arietes, albergaban tras sus muros secretos que era mejor dejar imperturbados. Los cadáveres a sus espaldas comenzaban a levantarse mientras empuñaban en sus manos armas oxidadas que en antaño sirvieron para segar la vida de sus enemigos. Seguían a aquel invasor, una idea surcaba sus vacíos cráneos y era la de acabar con la vida de aquel que había entrado en los dominios de los muertos. La oscura figura atravesó las murallas abriéndose paso por una de las múltiples grietas, seguido por centenares de esqueletos que marchaban a unos metros detrás de él. En el momento en el que entró en Sora observó numerosas casas en ruinas y templos destruidos. Las plantas de los jardines, al no tener a nadie que las cuidase y mantuviera, se habían expandido invadiendo las antiguas calzadas. En una avenida de aquella ciudad, cientos de esqueletos colgaban ahorcados desde los arcos y astas, era sin duda un paisaje desolador para la vista. Posiblemente aquellos desdichados cadáveres fueran los de los soldados que se opusieron a los Caballeros de la Edad Oscura, pues pocos guerreros hacían ajusticiamientos masivos. Justo al lado de dicha avenida había una plaza con unas esculturas en el centro, parecían ser figuras importantes dentro de la historia de Seporia. Acercándose a ellas las contempló, muchas de ellas estaban en ruinas e irreconocibles, solo quedaban en perfecto estado cuatro de aquellas estatuas. Estaban esculpidas en mármol, todas ellas parecían portar una pesada armadura acompañada de una gran capa, pero una, era distinta pues en su cabeza portaba una corona de laureles. Bajo ellas, una placa de metal ya deteriorado por el paso del tiempo indicaba el nombre de aquellos hombres: Wulfbait, Cerian, Infleim y Vas’Ard. El misterioso hombre continuó su camino como por instinto. Algo parecía llevarlo al lugar que buscaba y deseaba ansiosamente que fuera lo que fuese, ansiaba ser encontrado. Recorrió varias callejuelas hasta que llego al lugar indicado: Las ruinas del senado de Seporia.
Aquel edificio fue en los días del pasado una gran joya circular de mármol, con grandes columnas y gigantescos jardines, pero ahora ya no era así. La gran bóveda se había desplomado parcialmente, numerosas columnas habían caído y los jardines habían crecido sin control alguno. Se aproximó a la puerta del edificio, la cual estaba custodiada por dos grandes estatuas que representaban la magia y la ciencia respectivamente. La estatua que representaba a la magia era una joven bella con una túnica larga, sus ojos permanecían cerrados y un cristal nodo yacía en su mano derecha. A su derecha estaba la estatua que representaba a la ciencia, con forma de hombre. Era un anciano de larga barba y calvo, pero no daba sensación de vejez, sujetaba en su mano izquierda un compás y parecía que contemplaba en horizonte. La puerta que quedaba guardada en medio de sendas estatuas era de madera ya putrefacta y carcomida, por lo que no presentó un reto abrirla de una patada. Una figura saltó desde la sombras y derribó a aquel que rebuscaba en las ruinas del pasado. El agresor portaba una armadura como la de las estatuas, una gran capa azulada colgaba de sus hombros y llevaba la cara al descubierto por lo que fue reconocido con facilidad. Ojos azulados, pequeños y fríos lo observaban fijamente. Un cabello corto despeinado con matices rojizos y marrones cubría su cráneo. Era Vas’Ard, el legendario general de Seporia, pero ¿qué hacía en aquellos lugares?  
- Döjther, no deberías estar aquí.- Exclamó Vas’Ard.- Vuelve inmediatamente, éste no es lugar para ti. Grandes peligros moran bajo estas ruinas.
- ¿Quién crees que eres para darme órdenes?- Dijo Döjther desenvainando su espada.- Además, ¿cómo es que conoces mi nombre?
- Sabía que vendrías. Infleim te ha poseído y te ha prometido grandes poderes. Llevo custodiando este edificio desde el final de la guerra, me negué a partir hacia el exilió con mis camaradas y permanecí aquí para evitar que gente como tu se aproveche del mal que un día desencadenamos. No te dejes engañar por esas promesas de poder fácil. Tu codicia solo traerá muerte a todos los rincones de Terra.
- ¿Cómo sabes todo eso?- Dijo perplejo el líder de los cazarrecompensas.- Es imposible que sepas tanto.
- Porque sea improbable no tiene por qué ser imposible. Yo fui el arquitecto que construyó este maravilloso edificio y gran parte de los monumentos de esta grandiosa ciudad. Yo fui el que diseñó la cámara arcana que tanto ansias encontrar y conozco su funcionamiento. Puedo escuchar la magia que emana, he escuchado la voz de Infleim y conozco vuestros planes. Mi deber moral es el de impedir que vuestros planes se hagan realidad. Depón tus armas y vuelve o prepara para morir.
- ¡No retrocederé!- Gritó Döjther desesperado.- No puedes apartarme de mis objetivos. Te mataré si es necesario
- En ese caso, este edificio será tu tumba.
Vas’Ard empuño un gran martillo de guerra con sus dos manos y se lanzó al ataque. Döjther no fue lo suficientemente rápido como para esquivar la acometida e impactado por el martillo salió despedido para chocar contra una columna. El guardián de aquellas ruinas volvió a atacar, pero esta vez con el martillo para aplastar el cráneo del rey de Imburgo. En esta ocasión, esquivó el golpe y el martillo golpeó la columna partiéndola en dos. Döjther aprovechó esta oportunidad para contraatacar, así que golpeó con una patada el abdomen de Vas’Ard. Retrocedió a causa del golpe soltando su gran martillo de guerra. Döjther se lanzó al ataque con su espada al vuelo para cercenar la cabeza del enemigo. Vas’Ard esquivó el ataque apartándose hacia un lado, lo cogió con una mano del cuello y alzándolo lo lanzó contra el muro que daba al habitáculo de la cámara arcana. Döjther rompió con su impacto la pared y calló dentro de la habitación sellada. Vas’Ard recuperó su martillo y avanzó hacia la el lugar en el que se encontraba Döjther, pero para su sorpresa, parte del techo cayó a causa de la grieta en la pared y bloqueó el paso. No daba crédito a aquello, era imposible que una presa se le hubiera escapado. Intentó apartar los escombros, pero eran demasiados y muy pesados.
- ¡Insensato!- Exclamó Vas’Ard.- No oses abrir esa maldita cámara.
- ¿Aún intentas proteger lo que hay dentro de esa cámara arcana?
- No.- Suspiró lleno de tristeza.- Intento protegerte a ti de lo que la cámara arcana guarda en sus entrañas.
- Abriré la cámara arcana de todos modos. Lo lamento por ti.
- No sabes el mal que desencadenarás. Mucha gente morirá por tu culpa, y por los dioses te juro que en esa lista de bajas tu nombre será escrito.

*     *    *

Diciendo esto, Vas’Ard se volvió y emprendió un largo viaje para encontrar a alguien que pudiera ayudar a detener el mal que se cerniría sobre el mundo. Salió al jardín y sentándose reflexiono sobre el modo de acabar con aquella amenaza. Una mariposa azul de vivos colores revoloteaba por el lugar, Vas’Ard extendió un dedo y la mariposa se posó en él. Era hermoso ver que en aquel lugar tan muerto aún quedaba vida, a lo mejor Seporia renacería un día de sus cenizas. Llevó la mariposa junto a la boca, le susurró unas palabras y la dejó volar libre. La pequeña criatura encontraría el lugar al que debía ir y sabría lo que tendría que hacer. El mago se levantó y emprendió un largo viaje hacía un lugar muy lejano, pero no pararía hasta llegar allí.
Vas’Ard se escondía entre las calles en ruinas de la ciudad, no era recomendable dejarse ver con legiones de no muertos esperando las órdenes de Döjther. Estaba oscureciendo, y eso era mala señal, pues cuando la noche cubriera con su negro manto la cúpula celeste sería mucho más complicado escapar de la ciudad. Al ser el que diseñó la ciudad, Vas’Ard conocía perfectamente todas las callejuelas que había y todos los atajos escondidos a los que no sirvieron a Seporia. Se dirigía a la plaza del mercado, si la memoria no le fallaba el alcantarillado de esa zona estaría intacto. Se apresuró a llegar hasta allí, corriendo por las callejuelas le demoraba mucho, pero ¿acaso no era mejor demorarse que perecer bajo las espadas de miles de no muertos? No tenía tiempo que perder, así que apresuro el paso.
Corriendo esquivaba gatos y demás alimañas que salían de entre las grietas de las casas, tal era su velocidad que al doblar una esquina no vio lo que tras ella se escondía. Chocó contra un cadáver aún en descomposición pero reanimado por la magia nigromántica de Infleim. Parecía que era uno de los legionarios de Seporia por la armadura plateada ricamente decorada con laureles verdes. Le faltaba la piel en muchos lugares de su cara, dejando ver el cráneo. El poco pelo que poblaba la descompuesta cabeza era escaso y ceniciento. Su maxilar inferior se había perdido mostrando así una garganta famélica. Ojos blancos, enfermos a causa de la ponzoña que en ellos había anidado, lo observan desde el olvido de la muerte.
Vas’Ard empujó al no muerto con su hombro para que cayera al suelo. Una vez tumbado, agarró su martillo de guerra con las dos manos y lo descargó sobre la cabeza del que nunca debía haberse levantado de nuevo. Un cerebro en descomposición se desparramó en todas las direcciones y un estruendo se formó cuando el martillo, al atravesar el cráneo de la criatura, machacó la baldosa que debajo de su cabeza se hallaba.
Alertados por el ruido, varios no muertos del fondo de la callejuela se alertaron de la presencia del intruso y con torpes movimientos se acercaron para prenderlo. Vas’Ard, como era de esperar, no se quedó allí para ver como hordas de no muertos se le echaban encima y volvió a irse tan rápido como sus pies podían correr. Corría por las calles con un ejército macabro que lo rodeaba por todos lados, si tomaba una bifurcación allí estaban esperándolo y si no lo hacía también habría más opositores.
No le quedaba otra opción que la de tener que plantarle cara a algunos de ellos. Mientras corría, aplastaba los cráneos de algunos esqueletos, después de aplastar cráneos, el martillo bajaba para hundirse en la caja torácica de otros. Otro cadáver en descomposición se interpuso en su camino. Vas’Ard hundió el martillo en el pecho de la criatura y saltó mientras lo sostenía entre sus manos. Mientras saltaba sobre la criatura, el martillo se elevaba y por consecuencia, el no muerto. Cuando Vas’Ard tocó tierra, lanzó al cadáver contra un grupo de no muertos, haciendo que se desplomaran contra el suelo.
 Después de muchas vueltas dar, y evadirse de demasiados adversarios, consiguió llegar a la mencionada plaza del mercado. Hordas de no muertos hambrientos de la carne humana esperaban a aquel magnífico adversario para devorarlo con sus putrefactas fauces. Oxidadas espadas brillaban con la luz del rojizo sol de la tarde. Todos se observaban y ninguno se movía, lo que sucediera a continuación dependía de cómo se manejase la situación. No se sabe cuanto tiempo permanecieron allí, con el tiempo como único testigo de aquella epopeya sin final pero épica a la vez. El atardecer se marchaba cederle su puesto a la oscura noche, señora de sueños y de pesadillas. Los últimos rayos de sol jugueteaban a esconderse de la cristalina luz de la luna.
En este preciso momento, Vas’Ard se abalanzó con todas sus fuerzas hacia la fúnebre turba. Los no muertos respondieron del mismo modo: plantando batalla. Oxidadas espadas y maltrechas hachas segaban el aire, intentado arrebatar la carne de los huesos del mítico guerrero. Martillazos que quebraban huesos y cabezas eran la única respuesta que él les daría. Los montones de huesos y astillas se amontonaban en torno al círculo mortal, cuyo radio era delimitado por el mortal martillo de guerra. El montón cada vez crecía más y más, pero los enemigos no dejaban de llegar y las fuerzas de Vas’Ard disminuían poco a poco.
   Fijó su mirada en uno de los cadáveres andantes que a él se acercaban. Una piedra azulada y traslucida colgaba de su cuello a modo de collar. No podía creer lo que veía “¡Cristal nodo!” dijo para si mismo. No hizo otra cosa que lanzarse contra el portador de la joya mágica para arrebatarle tan preciada posesión y después lo golpeó con brutal fuerza partiéndolo en dos de arriba a abajo. Nada más tener el cristal nodo entre sus manos, pequeños tentáculos azulados y translucidos empezaron a introducirse por su piel. ¡Volvía a sentir la magia! Los ojos de Vas’Ard brillaron con un fulgor blanco y santo. Debajo de su piel parecía haber miles de pequeñas lámparas de blancas flamas, pues brillaba con fuerza. El leal martillo de guerra que a tantas batallas le había acompañado empezó a resplandecer también con un aura del mismo color que el homólogo nocturno del astro rey. Una sonrisa apareció en el rostro de Vas’Ard, que preparaba un conjuro para vencer a sus impíos y sacrílegos adversarios. Golpeando con fuerza el suelo, gritó tan fuerte como sus pulmones le dejaban. El martillo agrietó la baldosa donde había caído el golpe y de este punto, una esfera brillante y puramente blanca empezó a crecer por toda la plaza. La luz avanzaba rápidamente, consumiendo todo no muerto que envolvía a la par que destrozaba el suelo. Todo fue luz, y tras la claridad, la calma. De los no muertos no quedaba nada más que cenizas.
   Vas’Ard respiró profundamente, de hecho, desearía descansar pero sabía que el tiempo estaba de su contra. Se aproximó a la reja, ya oxidada por el pasó del tiempo, de una fuente y la rompió. Observó el interior del alcantarillado, parecía seguro a pesar de todo el moho que había crecido en sus paredes de piedra. Antes de entrar, cogió una antorcha que encontró entre los restos de sus impíos adversarios.
   Cada paso dentro de las cloacas era seguido por el chapoteo de sus botas. No le agradaba tener que hacer tanto ruido para escapar de una ciudad maldita, pero era lo único que podía hacer.

*     *    *

Dentro del senado, Döjther se preparaba para abrir la cámara arcana. “Mi buen siervo, has cumplido con tu cometido. Pronto seré liberado y tú serás proclamado rey de todo lo que ha sido creado por los dioses. Tan solo debes abrir la cámara arcana y liberarme.”
- ¿Cómo haré eso?- Preguntó Döjther a la sala vacía. El intenso dolor volvía a su cabeza como cada vez que la voz le hablaba.
“La cámara no puede ser abierta del mismo modo que descorchas una botella de vino. Es mucho más complejo que eso. Solo un miembro del antiguo senado puede abrirla.”
- Pero… todos han desaparecido. Además, estoy encerrado en esta habitación y no puedo salir.
“Yo soy miembro del senado. Yo puedo abrir la cámara usándote a ti como cuerpo. Libérame de esta prisión. Completa el circulo para restablecer el equilibrio.”
- No estoy seguro… Parece peligroso.- Döjther estaba asustado a causa de la idea de Infleim.
“Ya no hay marcha atrás. Antes no podía adueñarme de ningún cuerpo para esta causa, esto era debido a que mi magia solo se puede manifestar débilmente a poca distancia de la cámara. Es un diseño dotado con runas que anulan la magia, o al menos, gran parte de ella. En mi caso, mi poder es tan sumamente grande que puedo ayudar a alguien a liberarme. ” La voz hizo una pausa y volvió a la cabeza de aquel hombre “Puede que esto te duela.”
Döjther gritó con todas su fuerzas a causa del dolor que invadía su cuerpo. Era como si le desgarrasen por dentro con hierros al rojo, nunca había padecido semejante dolor. Calló al suelo inconsciente, no se sabe a ciencia cierta cuanto tiempo estuvo en ese estado. Pasadas largas horas, Döjther se alzó de los suelos con una mirada maligna. Ojos negros y fríos, los cuales dejaban un rastro translúcido por donde pasaban, habían sustituido a los humanos que aquel tirano tenía. Se aproximó a una puerta dorada con numerosas runas de plata que resplandecían. Numerosas inscripciones en una lengua ya olvidada decoraban aquella puerta. El nuevo Döjther parecía reconocer esa puerta, runas e inscripciones, pues era la puerta de la cámara arcana. Aproximando la mano hacia el centro de la puerta la introdujo en su volumen, como si de las transparentes aguas de un lago se tratase. Sintió una mano llena de garras que lo tocaba desde dentro intentando escapar de aquella prisión. Un sonido mecánico de engranajes girando vino del interior y la puerta se abrió con gracilidad para dar a conocer sus entrañas. Döjther quedó cegado a causa de la brillante luz que salía de dentro. La luz escapaba por todos los orificios que encontraba y en medio de la noche, las ruinas del senado de Sora resplandecía cual estrella fugaz en una noche sin luna. Era como un faro que atraía a los no muertos que avanzaban lentamente para esperar las órdenes de alguien llamado a comandarlos.
La luz de apagó finalmente y Döjther recuperó gradualmente la vista, ahora ya no estaban en el habitáculo de la cámara arcana, sino tirado por los suelos de una gran sala circular con numerosos asientos. En el centro de dicha sala, un mosaico mostraba el escudo de lo que un día fue la mayor potencia de Terra: Una corona de laureles con un ave fénix al vuelo de fondo. Sobre el mosaico una extraña figura presidía la estancia, era una visión divina pero a la vez espeluznante pues Döjther nunca había visto nada igual en toda su vida. Una criatura humanóide de piel azulada, con dos grandes alas de plumas negras en la espalda e increíble musculatura lo observaba a través de unos ojos imbuidos en llamas. Un cabello albino y largo, recogido en una larga coleta, colgaba de su cabeza. De su frente, dos grandes astas brotaban de ella dando a conocer que era un miembro poderoso dentro de la familia de los demonios. No vestía nada más que unos viejos pantalones de cuero marrón, pudiéndose ver la extraordinaria musculatura que los infiernos le habían otorgado. Numerosas runas y tatuajes rojizos poblaban la superficie del cuerpo del príncipe demoníaco. Sus grandes manos, con afiladas zarpas para desgarrar la carne humana, portaban dos bellas espadas bastardas con empuñadura y grabados de formas óseas.
- ¡Levántate, rey de hombres!- Dijo aquel ser extraño.- Levántate y obedéceme, pues yo soy Infleim, azote entre los vivos y mensajero de los infiernos. Tu me has liberado y por lo tanto te llevare a comandar ejércitos que ningún otro ser en este mundo ha visto. El poder, dulce como el hidromiel, fluirá por tu gaznate. Solo has de postrarte a mis pies y negar todos tus dioses para darme culto solamente a mí. No me falles nunca Döjther, pues mi venganza será terrible.- Infleim señaló con una de sus largas zarpas a la ventana.- Ahora mira a través de la ventana y dime qué es lo que ves.
Así lo hizo Döjther, y asomando la cabeza contempló algo que provoco que su corazón se estremeciera de miedo: miles y miles de hordas de no muertos esperaban a las afueras del edificio. Esperaban las órdenes de su nuevo señor Döjther.
- Éste es tu nuevo ejército, pues yo te lo entrego para que hagas cumplir mi voluntad. Llévalo a Imburgo junto al corazón de Larian y espérame allí, es todo lo que necesitas saber. Yo he de partir a solucionar unos asuntos pendientes, espero que no me defraudes en mi ausencia.- Dijo llevando una de sus espadas a la garganta de Döjther.
La criatura emprendió el vuelo hacia los cielos y desapareció en la oscuridad de la noche.

*     *    *
   Lejos de aquellos parajes, se encontraba la tierra conocida como el Imperio, su capital Bhorakin era el lugar de residencia de Zacarías IX. Un gran castillo de granito presidía la ciudad, en él, numerosos banquetes tenían lugar por la gran victoria contra Sahjem. La noche reinaba en esos momentos del día y la luna presidía con débil luz toda la creación.
Zacarías IX se encontraba sentado en su trono en la sala real, la cual estaba lujosamente decorada con grandes muebles de caoba y alfombras verdes y negras, pues éstos eran los colores de su familia. El rey, que vestía una pesada capa de armiño color verde, portaba vestiduras negras como el azabache. Numerosos anillos de oro y rubíes decoraban sus manos, en uno de los cuales, se podía ver un dragón en círculo que se mordía la cola. Dicho dragón era el escudo del Imperio y escudo de armas de la familia de la cual descendía el monarca. Su cara jovial, con largos cabellos negros que caían por sus hombros, daba a conocer lo sibarita que era. Chasqueó los dedos y un sirviente corriendo fue a ver que quería su amo y señor, Zacarías IX le susurró algo a los oídos. El sirviente se apresuró a complacer a su rey, pues no le parecía una idea demasiado brillante hacerle esperar.
Pocos minutos más tarde, aparecieron dos grandes guardias de pesadas armaduras escoltando a una joven de apenas dieciséis años. La joven, de blanca piel y largos cabellos rubios como el oro, era sumamente hermosa. Muchos escultores habrían calificado su cuerpo como obra de arte, y probablemente así fuera a pesar de su corta edad. Los ojos azul celeste de la joven, llenos de lágrimas brillantes como la plata fundida, mostraban miedo y desesperación. Quería escapar y huir de allí, pero parecía imposible. Esa chica era la bellísima hija de Sahjem de Välos, su nombre era Sialine y era la única heredera de su padre. Zacarías IX le agradaba ver a la hija de su archienemigo delante de él con las eróticas vestimentas rojas que sus bailarinas llevaban, estas prendas habían sido especialmente seleccionadas por él. El tirano sentado desde su trono le ordenó que bailase para él, pero ella, con lágrimas en los ojos se negó. Zacarías, levantándose ordenó con grandes gritos de locura que bailara para él, pero ella siguió llorando y se negaba a hacerlo. El soberano, encendido por la cólera, caminó con pesados pasos hacia ella, la agarró de sus cabellos y desenvainó la espada. La chica no dejaba de gritar suplicando misericordia y compasión a su captor, pero un gran golpe llamo la atención de Zacarías IX.
El ruido había sido causado por la gran puerta de caoba al chocar contra el muro de granito. Ese estruendo lo provocó una figura cubierta con un hábito sencillo marrón con capucha, la cual escondía la cara del individuo entre sus sombras. Estas vestimentas eran típicas entre los monjes de todos los lugares de Terra, pero no era tan típico ocultar su rostro.
   - ¿Quién osa interrumpir al amo y señor del Imperio?- Preguntó Zacarías cegado por la rabia.
   - Mide tus palabras.- Le contestó la extraña figura.- Supongo que hace que te creas más importante y poderoso abusar de esta indefensa joven ¿no es así?- Señalando a la joven asustada añadió.
   - Debería cortarte la lengua por tal insolencia. Tal vez deba matarte aquí mismo delante de mi joven bailarina para demostrarle lo que pasa con aquellos que provocan mi ira.- Sonrió con una mueca malvada.
   - Nunca podrías matarme, ni siquiera empleándote a fondo. Desiste y podrás salir con vida.
   - Uno de mis guardias podría acabar contigo con pasmosa facilidad. ¿Qué crees que haría yo contigo?
   - Tus guardias han muerto.- El desconocido arrojó una cabeza cercenada que guardaba en sus vestimentas. Sin duda era de un guardia.- Yo los maté. Como esta cabeza hay muchas en los pasillos… pero no me parecía oportuno ni útil cargar con todas. Yo sería el que podría matarte si quisiera.
   - No me hagas reír. Eres presa fácil para un mago de mi poder, pero hagamos un trato. Ambos usaremos todas nuestras habilidades, magia incluida. Si ganas, te adueñas de todas mis tierras y de mis posesiones, pero si pierdes… morirás de una manera sumamente cruel.
   - Que así sea.- Asintió con la cabeza y permaneció allí esperando al ataque de Zacarías IX.
   El rey levantó su mano, la tendió hacia donde estaba su rival y cerrando los ojos se concentró en un hechizo. Sus dedos se recubrieron de la misma corteza que un árbol viejo y empezaron a alargarse cual ramas. Las ramificaciones que venían de la mano del monarca se dividían cada vez más y más hasta que envolvieron enteramente al adversario, que permanecía quieto. Los dedos se cerraban oprimiendo gradualmente la caja torácica del enemigo, pero seguía sin inmutarse. “¿Has acabado ya?” Diciendo eso, se arqueó rompiendo los ropajes y ataduras que lo oprimían, se rompieron por el empuje que los músculos ejercieron sobre ellos. La túnica de rasgó y quedó hecho jirones dejando ver a la criatura que se escondía en su interior. Dos grandes alas negras se abrieron para que el asustado público comprendiese que había seres más majestuosos que su despótico rey. Fijó su mirada en el asustado monarca que no daba crédito a lo que veía. Una fuerza invisible lo levantaba al igual que la criatura levantaba la mano hacia arriba. De repente, la misma fuerza lo empujó contra uno de los muros del habitáculo y sintió un gran dolor al impactar contra las rocas. Volvió a repetir esta acción repetidas veces pero alternando de pared. Cada vez que el monarca chocaba la piedra se resquebrajaba y saltaba polvo a causa de los fuertes impactos. Las estatuas que adornaban la estancia también eran pasto de la furia de Infleim, al igual que las baldosas y sus ricos mosaicos. Finalmente, lanzó al rey contra su trono, rompiéndolo en una nube de astillas por el choque, dejándolo allí sangrando y aturdido por aquella brutal paliza.
Cinco guardias aparecieron de las espaldas de aquel que se sabía que era el claro vencedor de la batalla y cargaron contra él. Infleim, con una macabra sonrisa, agarró al primero del cuello y lo lanzó contra el segundo haciendo que cayeran por la ventana. Los tres restantes se lanzaron con sus lanzas en ristre para atravesarlo, craso error, pues Infleim saltó y poniéndose detrás de uno lo lanzó con un golpe seco hacia la lanza de sus camaradas. Tras segar la vida de este tercer guardia, abrió sus alas y cargó con una velocidad pasmosa y abriendo las garras de sus manos, cercenó los cuellos de los dos últimos. Acabando la masacre, se acercó a Zacarías IX.
   - Escúchame bien Zacarías IX.- Dijo el príncipe demoníaco.- Yo soy Infleim, único y verdadero enviado de los infiernos en Terra. Mi nombre resuena con pavor en los corazones de los que no se postran a mis pies. He llevado la destrucción y la muerte a incontables vidas. He hecho cosas que vuestras simples mentes no podrían comprender, cosas que simplemente con pesarlas os llevaría a un ataque de locura. Pero todo lo que he hecho era por una finalidad y guiado por un sadismo gratuito. Ahora adórame Zacarías IX, pues yo seré tu nuevo dios y te daré más poder que a cualquier otra criatura existente.
   - Eres una criatura de los infiernos.- Musitó entre dientes Zacarías IX.- Los dioses te condenarán al más terrible de los sufrimientos por ello. Estas condenado.
   - ¿Dónde están tus dioses? ¿Crees que les temo?- Le susurró Infleim al oído.- He prendido fuego a todos sus santuarios. Tu fanatismo por dioses ya muertos no te salvará. Tu única salida es jurarme lealtad y cambio yo te haré un mago poderoso. Tal será tu poder e inteligencia que no dejarás a ninguno de tus rivales con vida.
   - He matado a cuantos se me han puesto por delante.- Zacarías IX le contestó violentamente.- Todos los que han provocado mi ira están sepultados.
   - Eso no es cierto. El rey de Vählos vive, al igual que su camarada Yurkov.- Los ojos de Sialine brillaron de alegría al escuchar aquello. Tanto su padre como su viejo compañero vivían y sabía que no descansarían hasta rescatarla del yugo de Zacarías. Sialine aprovechó el momento de confusión creado por Infleim para refugiarse en algún cuarto del castillo.
   - Si lo que me cuentas es cierto.- Suspiró el rey.- yo te juro obediencia para acabar con mis enemigos.
   - Que así sea.- Infleim puso su mano en la frente y a continuación cortó carne con sus zarpas en el lugar que había puesto la mano. Dibujó un extraño ojo que parecía mirar al infinito. La sangre cayó por la cara de Zacarías, pero poco le importaba pues su objetivo era acabar aquello que empezó un día.

*     *    *

   En los tortuosos y enmoquetados pasillos de la fortaleza, la hija de Sahjem corría con todas sus fuerzas. Lagrimas cristalinas caían por sus blancas mejillas, todo parecía la peor de sus pesadillas. Mientras corría veía decenas de cadáveres brutalmente asesinados y descuartizados. La sangre de aquellos cuerpos salpicaba todas las paredes como si de un carnaval macabro se tratase. Los rostros de aquellos hombres mostraban que en sus últimos segundos de vida habían sufrido muchísimo, tal era la brutalidad con la que se había procedido que muchos rostros estaban totalmente desfigurados. Miembros cercenados tales como brazos y piernas abundaban, al igual que cuerpos a los que parecía que se les había arrancado el corazón únicamente con las garras.
Abrió una puerta y se escondió en la oscuridad de la misma. Resulto ser una bodega, pues viejas barricas colmaban la estancia e incluso daban la sensación que estaban llenas de los mejores licores y vinos. Se acurrucó entre dos barricas y lloró amargamente, aún no acababa de creerse lo que pasaba a su alrededor. Hace muy poco tiempo, era la heredera de Välos y ahora no era nada más que la bailarina de un tirano demente que rendía culto al mismísimo diablo por unas migajas de poder. Entre sollozos y lágrimas, una pequeña criatura apareció caminando sobre dos patitas rosadas de debajo de una barrica de roble. Aquella misteriosa “cosa” era pequeña y peluda, con un color marrón y blanco en su vientre, además, carecía de cola. Pequeñas orejas puntiagudas asomaban de su cabeza y un hocico pequeño y rosado olfateaba a la joven. Sus diminutos ojos negros miraban nerviosamente hacia todos lados, sentía compasión por aquella chica, pero no se fiaba del todo de ella. Sialine sonrió al ver al pequeño y peludo ser olisqueando su mano. Acarició su cabeza y su alma se apaciguó aún más. Era bonito saber que incluso en el mismísimo infierno una pequeña criatura peluda de patitas rosadas podía aparecer de debajo de una barrica de roble. Inmediatamente Sialine se encariñó con él y abrazándolo intentó pensar en algún nombre para él.
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EAH! AHI TENEIS! decidme q os parece y cual es el capititulo q mas os a gustao :)

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Desconectado sam1164

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« Respuesta #14 : Noviembre 10, 2005, 12:48:04 am »
Infleim = inflame?XDD
viejo Cerian= Mago viejo Verde
Como sugerencia a la magia fanthasmal alguna ilusion o conjuracion de desgarratas no? ^^ festibal de hadas. o levantamiento de sierpes gigantes. por que en teoria lesvis. vs titanes rlz ^^.

Y si añade por hay al reino de ekrom y te montas algo con eso gran parte de terra te recordará grandisimo stukov don plumero!
 
Incandescente las llamas de los dragones abrasando tus cosechas...
Transparente el frio hielo de los muertos y los seres estraplanares convocados para repelerlos...
Los muertos se levantan.. alguien los llamó..las hadas,sirenas y otras criaturas de estrema belleza corren a tus filas..


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« Respuesta #15 : Noviembre 12, 2005, 02:15:08 pm »
/me afilando las ramas de los Treants....total , no tienen flores...
A veces es mejor encender un lanzallamas que maldecir la oscuridad.

Ex-Todo
Mago Jubilado
Fundador del asilo de ancianos de terra "Tercera Edad
Ocupacion actual : Eje del Mal
http://mvv.byethost14.com/index.php
Cactus Annulus Puteo , Et

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anonimo

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« Respuesta #16 : Noviembre 12, 2005, 03:13:58 pm »
xD juas

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« Respuesta #17 : Noviembre 13, 2005, 03:16:27 pm »
mu buena stukov


la historia engancha y es muy rapida, pero habria que hacer alguna corrección de estilo, para evitar excesivas repeticiones de nombres y expresiones.

pero eso de momento no es importante, sigue desarrollando la historia que ya despues podemos ayudarte a corregir cosillas que son mas de forma que de fondo.


ánimo y gracias por ponerme en el grupo de los buenos ;)
Antiguo de El Culto del Dragon y Knigths of the Dark Age


Multis ¡¡NO!!
Milkers miserables!!

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« Respuesta #18 : Noviembre 15, 2005, 06:21:58 pm »
Cita
/me afilando las ramas de los Treants....total , no tienen flores...
MVV, digo... Cerian, deja de clavar con tu "rama" a los infelices invasores.  :lol:   :lol:

Cita
Aquellos vegetales carentes de flores o de belleza arremetieron contra los invasores, sus espinas se clavaban en la armadura de aquellos infelices inmovilizándolos para que los valientes defensores les dieran muerte
(Lo de carente de flores no lo entendí. Lo de carente de belleza despues de ver su foto en el foro si :P)  
« ltima Modificacin: Noviembre 15, 2005, 06:48:11 pm por Caliban »
He dicho.
Soy [span style=\'font-size:14pt;line-height:100%\']SiNiStEr
[/b],
Siervo de PODER [span style=\'font-size:15pt;line-height:100%\']H[/size]ISPANO[/span],
Maestro de la destrucción,
Profanador de Hadas,
Señor en las Profundidades Abisales,
Maldición de Arcángeles y Demonios,
Dueño del Secreto Oscuro.[/span]

"Face each battle, each foe, as though it is your last,

One day it will be"
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« Respuesta #19 : Noviembre 16, 2005, 06:00:48 pm »
Felicitaciones Stukov

 has de sbaer que estas cosillas, son las que ayudan a devolver el buen aire, a ambientes llenos de tension..

 yo tengo una serie de cuentos de Ekrom que a su debido tiempo pondre en esta biblioteca..

saludos a todos..
me voy, que en la U ya ni me dejan mirar
EL problema de la gente con mente cerrada es que no cierran la boca también.

*

anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #20 : Diciembre 17, 2005, 02:14:03 pm »
Capítulo VI: La división del camino

Dicen que dos no pelean si uno no quiere. Gran verdad es esta, pues no es una pelea sino un exterminio. Todos los elementos necesarios para una guerra se estaban concentrando: Dos bandos, dos ejércitos, deseos de poder y ansias de erradicar a aquellos que eran contrarios a la perspectiva del mundo que cada bando había adoptado como suya. ¿Sería ésta otra guerra como las de antaño? ¿Sería acaso una nueva era de sangre y dolor? Nada se sabía a ciencia cierta y el tiempo pasaba pero las respuestas a estos enigmas nunca llegaban. Los acontecimientos que acontecieron en las ruinas de Sora habían sido ya escritos con tinta imborrable en las páginas de la historia. Dos meses había pasado ya de eso y ambos bandos empezaban a reunir fuerzas y recursos para una guerra inevitable.
 
*     *    *

En las lejanas Montañas Rojas, la fortaleza del Culto del Dragón estaba siendo reconstruida. Era una fría mañana invernal sin nubes y los copos ya empezaban a caer cubriendo todo el patio de la fortaleza con un gélido manto blanco. Asarik, el paladín consagrado a la causa del bien, supervisaba las obras del castillo. Observaba unos complejos planos con extraños trazados y los comparaba con el transcurso de la construcción. Se aseguraba que todo quedaba perfectamente construido y en el menor tiempo posible, pues era un bien escaso del que no disponían. Decenas de albañiles y carpinteros corrían de aquí para allá cargando con los pesados materiales que se necesitaban. Parecía un hormiguero cargado de vida y actividad. Grandes grúas, tanto de metal como de madera, levantaban las pesadas cargas para llevarlas hasta lo alto de las torres para proseguir sin demora con las tareas establecidas.
Una campana sonó desde lo alto del campanario mayor de la fortaleza. Esto solo podía indicar una cosa: que la ansiada hora del descanso y de la comida había llegado. Todos los que estaban en el patio, incluido Asarik, corrieron rápidamente hacia el comedor que a cada uno le correspondía. Al paladín se le había asignado el comedor real, junto a los demás nobles y compañeros de viaje. Los pasillos de la fortaleza estaban vacíos al igual que su estómago, así que no le costó demasiado trabajo hallar el tan preciado lugar. Saludó a los comensales y se sentó a la mesa, de muy buena madera de ébano por cierto.
- Bienvenido seas, camarada.- Saludó Kol’Rend mientras masticaba un muslo de pollo. Sahjem saludó también con una jarra de cerveza en la mano. El resto de los comensales saludaron también, pero de una manera más acorde al papel elitista que les correspondía.
- Habéis empezado sin mí.- Dijo Asarik bromeando.- Eso en ciertos lugares de Terra se considera una afrenta muy grave, y en muchos casos significa batirse en duelo.
- Cierto.- Sahjem rió con alegría.- Pero sabes que la cerveza de estas tierras es mi perdición, al igual que la comida. Así que prefiero abandonarme a los placeres mundanos que luchar por cuestiones tan abstractas como puede llegar a ser el honor.
- Magnífico el rey que prefiere una jarra de cerveza a la prosperidad de su reino.- Le contestó Irautsha con una cálida sonrisa.- Gracias a los dioses que nunca fui, ni seré, súbdita tuya.- Cuando dijo esto, un silencio muy incómodo se adueñó de todo.
- Ya no soy rey, así que no veo mal en los pequeños placeres de la vida.- Dijo Sahjem de mal humor, y bebió más de su jarra.- Además, este banquete supongo que los pagara Hesnem como de costumbre, ¿no es así?
- Has perdido tu reino, así que no tengo por qué pagar tus comilonas.- Le respondió Hesnem.- Además, solo era una vez al año. Parece ser que te he acostumbrado a lo bueno, ¿o es que en lo que era tu reino no teníais comida en condiciones?
- Seguro que se alimentaban con la basura de otros reinos.- Una carcajada salió de la garganta de Kharos.- Hesnem, creía que mantenías económicamente a todas las monarquías decadentes y despóticas. ¿Cómo es que no alimentabas mejor al reino de Sahjem?
- ¡Basta!- Rugió Sahjem rojo de ira.- Lo he perdido todo y lo sabéis, hice todo lo que pude tanto por mi pueblo como por mi familia y no sois nadie para juzgar mis actos.- Sahjem tiró la jarra de cerveza a los dos últimos miembros de la Legión de Plata.
- Sahjem contrólate.- Le ordenó Asarik.- No queremos luchas internas en nuestro bando. ¿Está lo suficientemente claro?
- Maldito arrogante, ¿quién te crees que eres? No eres más que escoria.- Los ojos de Sahjem brillaban con un resplandor azulado fruto de la magia característica que corría por sus venas. Levantándose, se acercó desafiante a Asarik. Los recuerdos de todo lo que había perdido lo encolerizaban.
- ¡Sujetadlo!- Gritó Irautsha y Kol’Rend y Hesnem lo agarraron con todas sus fuerzas.- ¡Ha perdido la cabeza!
- Creo que debería bajarle la comida a Yurkov.- Dijo Cerian sujetando una bandeja y saliendo por la puerta.

*     *    *

Lejos del lujoso salón y en las más profunda de las mazmorras, se encontraba Yurkov. Estaba recluido en una amplia sala circular fuertemente vigilada. Se encontraba encadenado de manos en el centro de la sala. Los múltiples grilletes que lo retenían se anclaban por muchos lugares a la pared circular que envolvía la estancia. Trazando círculos concéntricos a Yurkov, se disponían runas talladas con cristal de vórtice. Dichos cristales, de color rojo, eran la antítesis de los cristales nodo, pues absorbían la energía mágica de los alrededores. Esta técnica era muy común en prisiones mágicas y para drenar la magia de grandes archimagos.
Yurkov permanecía de pie en el centro de la sala y cabizbajo. No portaba nada más que unos harapos mugrientos de color marrón. Estaba muy descuidado, pues una barba sin cuidar se había adueñado de su cara y su pelo era indómito. De vez en cuando, Yurkov musitaba palabras sin sentido alguno. La sed de magia parecía enloquecerlo, al fin y al cabo, era una criatura mágica y la magia era lo único que podía acallar su sed.
Una pesada puerta de hierro se abrió al fondo de la mazmorra y golpeó la pared con gran estruendo, pero Yurkov ni se inmutó. Cerian, que portaba entre sus manos una bandeja con un plato lleno de pollo y una jarra de agua, era el que había ordenado que se le abriera la puerta. Se aproximó a Yurkov y le dejó la bandeja a sus pies.
- Se que puedes oírme.- Le dijo Cerian.
Yurkov alzó la cabeza para mirar a su visitante. Unos ojos encendidos con las llamas del infierno, tan encendidos estaban que no se podía ver siquiera las pupilas. Su mirada reflejaba desesperación y locura. Era obvio que no aguantaba el cautiverio ni que se le apartase de la magia, pues era el peor castigo para cualquier mago.
- ¿Por qué debería querer oírte?- Respondió bruscamente Yurkov. Su voz todavía era muy grave y resonaba en el cuarto al igual que las voces blasfemas de los demonios.
- No me culpes de tu cautiverio.- Suspiró Cerian.- Sabes perfectamente por qué estás aquí.
- ¿Es acaso por dar rienda suelta a la magia que habita en mí?- Una débil risa demente e infernal brotó de su garganta.- Soy un demonólogo, la transformación demoníaca es algo habitual en nosotros.  He sido un príncipe demoníaco muchísimas veces.
- Lo se, pero las secuelas que la transformación deja son demasiado grandes. ¿Acaso conoces lo que puede pasarte si no controlas la transformación?
- Conozco.
- Acabas siendo un demonio de la peor calaña, un poseído, y cuando eso ocurre no hay marcha atrás.
- Eso solo ocurre en los novatos y los poseídos solo se pueden ver durante la primera transformación. Si se supera la primera con éxito, no hay riesgo alguno y si me veo así es porque usasteis cristales vórtice contra mí. No era necesario hacerlo.- La mirada de Yurkov se cargó de odio e ira.
- ¡Te abandonaste a la magia!- Exclamó Cerian.- La magia es nuestra mejor arma, pero si se descontrola… es algo terrible. Eso fue lo que te pasó. Al principió de tu transformación te dedicabas a segar las vidas de los enemigos.
- ¿No estábamos defendiendo la fortaleza? ¿Pretendías defenderla únicamente con palabras obscenas y escupitajos?
- En absoluto. Pero hiciste llover fuego y azufre de los cielos. ¡Toda la montaña ardió! No se siquiera como conseguimos extinguir el fuego de la fortaleza. Nos costó muchísimo reducirte, al final Asarik fue el único que pudo conseguirlo. Debemos agradecer a los dioses que contemos con un hombre santo entre nuestras filas.
- ¡Libérame de esta prisión!- Rugió Yurkov después de un rato de silencio.- La sed de magia me consume.
- Lo siento amigo mío, pero no puedo.- Cerian se dio la vuelta y abandonó la estancia, dejando en su interior a un antiguo príncipe entre los demonios rugiendo de furia y gritando maldiciones a los cuatro vientos.

*     *    *

- Dejadme en paz.- Les gritó Sahjem ya más tranquilo, pero nadie le hizo caso.
- Sahjem, tu actitud está fuera de lugar.- Ihno no comprendía la situación y mucho menos comprendía como acabaría.
- ¡He dicho que me soltéis!- Sahjem abrió los brazos y lanzó por los aires a los que le retenían.- Yo mismo mataré a Zacarías IX si es necesario. El recrearse en patéticas victorias no os traerá la victoria de la guerra, pero el filo de mi espada si lo hará. ¡Quedaos escondidos tras los muros de esta decadente fortaleza mientras esperáis como corderos que se os lleve al matadero!
- Sahjem el borracho, el gran emperador.- Irautsha susurró al oído de Asarik
- Por respeto a los miembros de esta sala.- Sahjem miró fríamente a Irautsha y Asarik- no opinare sobre vuestra actitud.- Diciendo esto, se dio la vuelta y caminó hacia la salida.
- ¿Vas a ir solo?- Preguntó Ihno, aún estupefacto.
Sahjem no respondió con palabras, el silencio fue su respuesta. Esta peculiar manera de contestación dejó a la sala sumida en el más absoluto mutismo.

*     *    *

Una vez que Cerian estuvo fuera de la mazmorra, ordenó a los guardas que aflojaran las cadenas para que Yurkov pudiera alimentarse. Hicieron lo que el mago les dijo y las aflojaron por un complejo mecanismo, de este modo controlaban cuando Yurkov debía inmovilizarse para recibir visitas y cuando podía moverse libremente en su presidio.
Nada más aflojar las cadenas, golpes secos se escucharon en la puerta. Paradójicamente, el demonio confinado dentro de la celda intentaba escapar de aquel infierno. Los guardias no sabían que hacer y simplemente observaban con espanto la puerta. Los golpes se repetían continuamente y la pesada puerta de hierro se iba llenado de abolladuras y deformaciones. El miedo se había adueñado de los corazones de los vigilantes, finalmente, el ruido cesó y Yurkov comió lo que le habían dejado en la bandeja.
Cerian abandonó las mazmorras con un gran peso sobre su corazón. Odiaba tener que ver a Yurkov encadenado como si de una bestia se tratase, pero si no lo hacían supondría un peligro incluso para sí mismo. El viejo mago marchó para ver al rey de las Montañas Rojas, parecía ser que había que tratar un tema muy importante.
Una vez que Cerian se hubo marchado, tan solo quedaron custodiando a Yurkov los dos asustados guardias. Escucharon un ruido entre las sombras ¿Sería acaso un producto de su imaginación causado por el miedo?
- ¿Quién va?- Preguntó con miedo uno de aquellos vigilantes mientras desenvainaba su espada.
- Liberad a aquel que custodiáis.- Les ordenó aquella misteriosa voz.
- ¿Qué?- El otro guardia estaba estupefacto.- No podemos, si lo hiciéramos el rey Ihno no colgaría. De todos modos ¿cómo has llegado hasta aquí? Esta mazmorra está fuertemente vigilada, si es una broma no tiene gracia.
- La muerte es tan solo un paso hacia la plenitud del más allá.- La voz se mofaba ahora con un retorcido humor de los dos pobres desgraciados.- Es mucho peor vivir un infierno en vida y nunca hallar la calma que proporciona la sepultura.
Los dos guardias se miraron, no sabía que quería decir aquel retorcido ser. Pronto, la sala empezó a cargarse con una densa niebla, era cómo si de una criatura con tentáculos se tratase. No sabían que hacer, sus peores pesadillas se estaban convirtiendo en realidad. La piedra de los muros se deformaba, extraños brazos pétreos y agonizantes salían de las paredes, intentando agarrar a los dos asustados vigilantes. Gritaban de espanto y suplicaban misericordia fuera quien fuese el que en las sombras se escondía.
Algo acuchillo al primer guardia y despareció en las sombras. El único superviviente no sabía que hacer, el miedo lo paralizaba. Vio al que había matado a su amigo y arremetió contra él con la espada. Atravesó una masa de niebla, estupefacto miró a su alrededor y vio cientos de replicas iguales. Se defendió a la desesperada combatiendo contra un ejército incorpóreo. Tan solo quedó una de aquellos seres. Su fría mirada, imbuida en un aura azulada, reflejaba tranquilidad y autoridad. Alzó el brazo derecho y retorció su mano como los niños que rompen entre sus dedos las finas ramas de los arbustos. La gruesa puerta de metal de la mazmorra se deformaba por los míticos poderes mentales de aquel individuo.
- No entres ahí.- Le dijo temblando el guardia.- Te matara aquel que mora en su interior. Está loco, una vez me atreví a mirarlo y sus ojos reflejan muerte. Es un diablo.
- Ese diablo es mi amigo.- Respondió con frialdad.
- ¡Pero te matará!- Intentaba disuadirlo de cometer una locura.- Y en el caso de que sobrevivieras, el rey Ihno te colgaría como escarmiento.
- ¡No temo a nadie! ¡Mi nombre es Sahjem, rey de Välos y me vengaré de mis enemigos en esta vida o en la siguiente! ¡Nadie me arrebatará mi justa venganza!- Gritó Sahjem.- Que los dioses se apiaden de tu alma.- Diciendo esto, lanzó al desdichado guardia al interior de la celda.
   Yurkov vio al intruso caer en su celda y sonrió. Rugió con fuerza y tiró de las cadenas una y otra vez. Gradualmente fueron rompiendo los anclajes que las sujetaban al muro hasta que se soltaron. Yurkov era libre de nuevo y nadie le volvería a arrebatar su libertad. Miró al asustado guardia y alzó la vista para hallar a su antiguo camarada.
   - ¿Por qué me has liberado?- El prisionero había reconocido a su amigo.
   - Tanto tú como yo deseamos vengarnos de alguien, pero no nos entienden. No saben lo que es conocer los caminos de la demonología ni tampoco conocen el poder que esas artes oscuras conllevan.
   - ¿Quieres acabar con la vida de Zacarías IX?- El grado de locura de Yurkov había disminuido, probablemente al volver a oler la libertad y el sentir que aún había gente que se preocupaba por su cautiverio.
   - Así es mi viejo amigo.
   - Que así sea.- Respondió Yurkov.- Estoy en deuda contigo, pues me has salvado de mi prisión. Estoy obligado moralmente a ayudarte en tu causa.
   - Entonces partamos, pero antes creo que deberíamos acercarnos a un almacén para que te hagas con una armadura nueva, dado que la anterior fue destruida por tu transformación, y aprovisionarnos de cristales nodo.

   *     *    *

En la sala del trono, el rey Ihno había convocado una reunión extraordinaria pues habían llegado noticias ciertamente funestas. Mei’kith, una pirata de tierras lejanas, debía ver al rey para contarle algo de sumo interés.
La mercenaria era bastante joven, probablemente rondaría los veinte años de edad, además, era muy hermosa. Una negra melena rizada caía sobre sus hombros, el color del pelo contrastaba con el verde de sus ojos. Los labios de la desconocida eran  rojos como el coral y su piel muy clara. Vestía pantalones apretados de cuero negros y una blusa verde esmeralda, como los ojos.
- Saludos rey Ihno, único y legítimo soberano de las Montañas Rojas. Mi nombre es Mei’kith y traigo noticias para su majestad.- Dijo arrodillándose ante Ihno.- Han llegado a los oídos de mis camaradas que atravesáis por una dura etapa. Tengo entendido que hace poco combatisteis un príncipe demoníaco.
- Así es.- Contestó Ihno.- Pero dudo que eso afecte a tus camaradas.
- Al contrario mi rey.- Mei’kith parecía confusa ante la respuesta del monarca.- Mis camaradas y yo buscamos a un poderoso príncipe demoníaco, es algo muy importante pues la criatura posee algo que debe ser destruido.
- ¿Cómo sabes que ese es el que andáis buscando?- Preguntó Irautsha intrigada.
- Pocos demonios pueden materializarse con tanta fuerza o hacer llover del cielo fuego y azufre.
- Aquel al que buscas está confinado en una celda mágica.- Cerian interrumpió.- Si quieres hablar con él adelante, pero no te aseguramos que salgas con vida.
- ¿Sigue con vida?- Mei’kith no daba crédito a lo que acababa de escuchar.- Tengo que verlo. ¡Es muy importante!
- Haz lo que quieras.- Contestó Kol’Rend.- Pero no vamos a dejar que lo mates y lo más probable es que acabes muerta.
- Correré el riesgo.- Dijo Mei’kith llena de confianza.
- De todos modos, no te preocupes, pues yo te protegeré en la guarida del mal.- Kharos avanzó un paso hacia la mercenaria y le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y se lo agradeció.
- Si de ti depende su seguridad.- Kol’Rend interrumpió tan conmovedora escena.- lo más seguro que acabe muerta nada más doblar la esquina.- Kharos miró con odio y vergüenza al nigromante.
Cerian observó que Kharos no había dejado de mirar a aquella extraña mercenaria. Dolorosos recuerdos volvían a su cabeza y eso lo entristecía profundamente.
Mei’kith bajó escoltada por Kol’ Rend, Cerian, Kharos e Irautsha. Las mazmorras eran mucho más lúgubres de lo que la mercenaria esperaba, sin duda parecía el lugar ideal para confinar a un príncipe entre los diablos. Tuvieron que bajar tortuosas escaleras de caracol y recorrer interminables pasillos para llegar al corazón de los calabozos. Grandes guardias franqueaban puertas y estancias, era imposible bajar a partir de cierto punto sin una autorización firmada por el rey Ihno o por la suma sacerdotisa del Culto.
Después de caminar mucho, llegaron a una gran puerta de madera con dragones grabados en ella. Grandes muros de piedra grisácea con la única luz que las llamas de las antorchas daban. Pero no fue el sinistro aspecto de estos corredores abandonados lo que asustó a Irautsha, sino que en esa puerta la vigilancia tendría que ser muy intensa. Lo más desconcertante era que la puerta estaba abierta de par en par y el puesto de guardia, donde supuestamente se apostaban diez soldados de elite, estaba vacío.
- ¿Qué ocurre?- Kol’Rend acababa de darse cuenta de que algo no iba bien.
- Una mazmorra tan segura y escondida como ésta, nunca permanece sin vigilancia.- Irautsha estaba desconcertada.- Presiento que algo terrible ha pasado.
- ¡Por lo dioses!- Mei’kith gritó horrorizada nada más asomar la cabeza por la puerta.- Es horrible… presiento el sufrimiento tras estos muros.- La mercenaria rompió en lágrimas. No creía que alguien pudiera haber cometido tal atrocidad.
Kharos abrazó a la muchacha y la consoló con palabras de ánimo, pero ella continuó llorando. Acarició su cabeza y ella sonrió, sin duda Kharos la protegería hasta el final y eso la hacía feliz. Sin duda había visto algo sumamente horroroso, algo que sobrepasaba la razón… algo demoníaco.
Kol’Rend entró por la puerta para ver que había alterado el corazón de tan frágil criatura. Sin duda los sollozos de la joven no eran por algo sin importancia, pues era algo que asustaría a cualquier ser vivo. El nigromante se apartó deprisa de la puerta y con un sonoro portazo la cerró. Sudando se apoyó en el muro y suspiró, comprendía perfectamente que era aquello que sus ojos habían contemplado.
- ¿Qué ocurre?- Preguntó Cerian intrigado.- ¿Qué has visto?
- Lo he visto…- Contestó tembloroso Kol’Rend- El sello de los temores…lo han conjurado.
- ¿El sello de los temores?- Mei’kith no lo comprendía dado que no sabía de que hablaban.- ¿Qué es eso?
- Es un poderoso conjuro.- Dijo Cerian.- Aunque más bien yo lo considero un ritual dado que permanece en un espacio claramente delimitado durante un determinado periodo de tiempo. El caso es que dicho ritual abre un portal, por llamarlo de algún modo, a un submundo. Dicha grieta proyecta los miedos y temores más oscuros de aquel que lo contempla. Es imposible pasar por esos pasillos ahora mismo.
- ¿Y no se puede incluso con un valor sobrehumano?- Habló la suma sacerdotisa intentando buscar alguna solución.
- No creo.- Le contestó Cerian.- La última persona tan osada como para eso tuvo que ser confinada en un manicomio. La lucha que mantuvo en su interior le pasó factura, y el precio que pagó fue su cordura. Probablemente hayan realizado este ritual para mantenernos ocupados y distraídos mientras ellos escapan de las Montañas Rojas… pero ¿de dónde han sacado tantos cristales nodo para esto? El sello de los temores requiere gran cantidad.
- En las mazmorras hay unos almacenes con armas y suministros en caso de surja algún motín carcelario.- La bella Irautsha le aclaró el origen de los cristales nodo.- Supongo que lo han podido robar de allí.
- Totalmente cierto.- Exclamó Kharos.- ¡Ahora lo veo todo claro! Sahjem quiere acabar con Zacarías IX por todo lo que le ha hecho. Para conseguir ayuda en su arriesgada empresa, bajó y acabó con los guardias. Todo esto para sacar a Yurkov de su celda y ponerse rumbo al Imperio. Pero tenían que mantenernos ocupados y por ello han levantado este ritual. Puede que ahora mismo estén muy lejos de nosotros.
- En ese caso ¡Salgamos en su búsqueda antes de que sea demasiado tarde!- Dijo eufórica Mei’kith.
- ¿Acaso ella también viene?- Preguntó Kol’Rend con cara de pocos amigos.- Ni siquiera sabemos quien es o que quiere de nosotros. Puede que no sea más que una espía imperial.
- Yo confío en ella.- Contestó Kharos duramente.
- En ese caso, si resulta ser del enemigo o hace algo que no nos guste…Os atravesare a los dos. Espero que haya sido lo suficientemente claro.
 

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #21 : Diciembre 19, 2005, 02:25:59 pm »
increible  :blink:  q ya llevo la mitad del capitulo 7

se nota q toy enfermo xDD

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Desconectado Jame007

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Novela Reloaded
« Respuesta #22 : Diciembre 19, 2005, 08:00:08 pm »
mmmm... tonces te voy a meter xeringas de gripe cada dia para q escribas XDDD :D  
Esto si es estar favorecido!!!

Sol, the Great Father Favored 1,470,000,000
Luna, La luz de la Noche Favored 1,265,000,000
Nature, the Wheel of Life Favored 659,000,000
Magic, the Mistress of Chaos Favored 664,000,000
Science, the Magic of Man Favored 1,217,000,000
Satan, Ruler of the Nine Hells Favored 940,000,000
Lucifer, the Light Bearer Favored 1,437,000,000

Sol, El grandioso Padre esta vigilando tu reino.
Luna, La luz de la Noche esta vigilando tu reino.
Naturaleza, the Wheel of Life esta vigilando tu reino.
Magia, the Mistress of Chaos esta vigilando tu reino.
Ciencia, the Magic of Man esta vigilando tu reino.
Satanas, Ruler of the Nine Hells esta vigilando tu reino.
Lucifer, the Light Bearer esta vigilando tu reino

Shurgan: Sol es un hijo puta, ojalá fuera un mago para petarlo <--- xDDD


Jame007, sr. de los efreetis xDD:

efreeti 10,744


Se recuerda que Jame007 es el principal gerente (junto ChaosSoldier y el cyber de Granada) de todas las cuentas bancarias de Hispano xDDD

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #23 : Diciembre 19, 2005, 10:18:39 pm »
esto es explotacion laboral!
ayuda !!
por el amor de dios! ayudadme!! AAGH!

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anonimo

Novela Reloaded
« Respuesta #24 : Enero 26, 2006, 08:11:26 pm »
Capítulo VII: El primer golpe.

   Tras la huída de Sahjem y Yurkov, el rey Ihno mandó llamar a los grandes magos que en su reino se encontraban. Kol’Rend, Cerian, Kharos, Hesnem, Irautsha, Asarik y el recién incorporado Vas’Ard acudieron a la llamada del soberano.
Todos se reunieron en un gran salón austeramente decorado. Era una sala completamente de mármol blanco con una gran mesa de madera en torno a la cual se habían distribuido ocho sillas. Sobre el tablero yacía un mapa con las regiones de Terra en donde la nueva guerra estaba aflorando.
Cuando todos tomaron asiento, el rey ordenó que se cerrasen las puertas del habitáculo con llave. Nadie, salvo los magos, debía conocer los planes que en esa reunión se debatirían y nadie saldría hasta haber encontrado una solución.
- Mis buenos amigos.- Ihno levantándose de su asiento tomó el turno de palabra.- El motivo por el cual os he reunido es el siguiente: Una nueva guerra se cierne sobre nuestras tierras y sobre nuestras gentes. Estamos solos y sin aliados, es por ello por lo que tenemos que golpear al enemigo ahora, pues está desprevenido. Por eso os he llamado, para poder elaborar entre todos una estrategia que nos pueda llevar a la victoria y restablecer el orden en Terra. El bien debe triunfar sobre el mal una vez más.
- Entonces tenemos que hacer un ataque relámpago sobre uno de los reinos enemigos.- Dijo Asarik.- Propongo acabar en primer lugar con el clan Diha. Al fin y al cabo son los más débiles de la coalición.
- Puede que sean los más débiles.- Vas’Ard.- Supongo que sabréis que el clan Diha está situado junto a los dominios de Döjther, y dado que mantienen una alianza… no sería de extrañar que los apoyasen con todo el poderío de su ejercito, que aunque mermado por la defensa de esta fortaleza, es una amenaza bastante seria.
- Podemos aplastarlos sin problemas.- Contestó bruscamente Kharos.- Además no entiendo por qué Mei’kith no puede estar con nosotros en esto.
- Dudo mucho que podamos derrotar a un ejército que cuenta con miles de muertos vivientes encabezado por un príncipe demoníaco mucho más poderoso que Yurkov. Lo peor es que entre esos muertos vivientes caminan también liches y dragones que deberían estar muertos. Es un suicidio.
- Y si Mei’kith no está con nosotros es porque no nos fiamos de ella.- Dijo de forma tajante Kol’Rend.- No la conocemos de nada y puede ser un espía del enemigo. No pienso dejarme engañar por una muchacha simplemente porque su cara sea bonita o tenga una cándida voz. Esas supuestas virtudes nunca han ganado ninguna batalla. No quiero volver a hablar más de esa maldita mercenaria ¿Me oyes?- Kharos solamente calló y miró hacia el suelo.
- ¿Entonces deberíamos asaltar el Imperio?- Ihno preguntó deseoso de ver la reacción de todos.
- ¿Atacar el Imperio dices?- Asarik no veía nada clara esa idea.- En cuanto ataquemos sus fronteras, el clan Diha y Döjther se nos echarán encima como perros hambrientos.
- No si no reciben noticias de que el Imperio está siendo atacado.- Sonrió Kol’Rend.- Es cuestión de masacrar a todos los mensajeros que envíen. Un ataque rápido sobre la capital con vuestros dragones podría ser de bastante ayuda. Además… se os olvida que Sahjem y Yurkov probablemente ya estén allí creando el caos. Es nuestra oportunidad. Será una maldita guerra con dos frentes, uno el que nosotros llevemos a sus fronteras y otro el que ellos crearan dentro de sus murallas. Asarik conoce el terreno perfectamente. Yo me decanto en atacar al Imperio.
- Podría servir.- Reflexionó Hesnem. Pero ¿y que pasa con la fortaleza? Suponemos que el enemigo tendrá espías en los alrededores y en cuanto notifiquen que todas nuestras fuerzas han abandonado el reino, atacarán.
- Haremos que piensen que tenemos un gran ejército en nuestras tierras.- Irautsha habló.
- ¿Y cómo piensas hacer eso?- Preguntó el acaudalado general de la Legión de Plata.
- Me alegro de que lo preguntes.- Sonrió la suma sacerdotisa.-  Supongo que os habréis alarmado de ver tantos refugiados en nuestro bello reino. Todos esos refugiados provienen del antiguo reino de Sahjem, recientemente anexionado al Imperio. Sumando las mujeres, ancianos niños y heridos de los refugiados y de nuestras filas podemos tener un ejército gigantesco.
- ¿Estas diciendo que debemos usar a esas pobres gentes para combatir?- Kharos estaba horrorizado por lo que acababa de oír.
- Ni mucho menos.- Irautsha aclaró al escandalizado guerrero.- Les daremos tiendas de campañas, montaremos forjas y pondremos espadas y lanzas en torno a los fuegos. Todo este montaje será colocado en la explanada que hay al lado de este castillo. Si queréis dejamos a un dragón herido mientras recibe cuidados médicos y podrá intimidar a los espías simplemente con su acto de presencia. De este modo, les damos a los refugiados espacio donde vivir temporalmente y con su representación teatral del nuevo ejérrcito de las Montañas Rojas el enemigo permanecerá distraído mientras todas nuestras fuerzas atacan por el norte a las hordas de Zacarías IX.
- ¡Excelente plan!- Aplaudió Kol’Rend.- Pero queda el tema de Välos, el antiguo reino de Sahjem. ¿Qué haremos con esas tierras?
- Propongo que todo hombre refugiado que pueda portar espada sea reclutado como soldado para su reconquista.- Sugirió Vas’Ard.- Un hombre que ha tenido que huir de su casa para no perecer por las hordas invasoras suele manifestar unos deseos de venganza y un odio asesino por aquellos de los que ha tenido de huir. Es el momento de darles su venganza. Välos es una provincia del Imperio actualmente, si la controlamos la podremos usar como forja y abastecimiento del frente norte en caso de que el ataque frontal fracase y también cortará la posible huida de Zacarías IX si logra escapar. No creo que se atreva a pasar a través de las Montañas Rojas o del temido bosque donde Cerian habitaba para llegar hasta Imburgo. Controlando Välos nos aseguramos una mayor posibilidad de apresarlo su escapa.
- ¿Y no podría bordearnos pasando por las explanadas de la antigua Seporia?- Pregunto Cerian.
- Si se diera ese caso… Tendríamos que cazarlo. No nos queda otro remedio. Pero volviendo al tema del que os hablaba, terminada la conquista del Imperio, Välos nos servirá de puente para el asalto del nuevo frente sur: las tierras del clan Diha y de Döjther. No olvidemos que debemos acabar con Infleim si queremos obtener una victoria definitiva, y para ello tendremos que privarle de sus aliados poco a poco y sin que se den cuenta. La primera ficha en caer es Zacarías IX.
- Parece un plan excelente.- Ihno se levantó con gran optimismo. Podía ver la victoria en sus ojos.- ¿Qué opináis?- Todos asintieron con grandes y fuertes aplausos. La estrategia se llevaría a la práctica. El contraataque del dragón era ya un hecho.- En ese caso, debemos trabajar duro para poder vencer. ¡Animo camaradas! ¡La victoria es nuestra! ¡Mandad que los dragones patrullen la zona mientras se terminan los preparativos y colocad centinelas! Nada debe pasar desapercibido, solo con un absoluto control de nuestras fuerzas venceremos.
Cuando todos dieron el visto bueno a lo que en la sala se había narrado, abrieron los candados y volvieron a la libertad. Ahora deberían empezar a trabajar en tareas minuciosamente seleccionadas para poder ser lo más efectivos posible.
Irautsha marchó a las guaridas de los dragones junto con varios herreros y carpinteros, pues necesitaba de su ayuda para fabricar nuevas armaduras para reforzar la ya de por si dura piel de aquellas bestias aladas. Los grandes dragones rojos moraban en profundas pero grandes cuevas escavadas en las cercanías de la gran fortaleza donde Ihno residía. Las escondidas guaridas también servían para guardar grandes tesoros, pues por todos es bien conocido que los dragones son magníficos guardianes de riquezas. Eran cavernas de piedras calizas, con grandes estalactitas y lagos de cristalinas aguas cuyos fondos quedaban recubiertos por miles de monedas de oro. Los herreros entraron con miedo, pero los dragones no les harían nada porque Irautsha los acompañaba. Veían a la suma sacerdotisa como su líder natural, es más, la consideraban un dragón de cuerpo humano. La hermosa mujer dio las órdenes pertinentes para que los carpinteros levantaran andamios en torno a los dragones y a los herreros para tomar las medidas de las nuevas armaduras de las criaturas. Una vez terminados los andamios y tomadas las medidas, las grandes placas metálicas eran ensambladas y atadas con riendas de cuero negro. Todo el dragón quedaba recubierto por una magnífica armadura, incluida la cabeza de la cual solo se podía ver la mandíbula inferior y los ojos. Grandes pinchos y estacas cubrían las corazas, dándoles protección adicional y un semblante que haría temblar incluso al más osado de los enemigos. Irautsha estaba complacida con las nuevas armaduras, había convertido a sus dragones en las criaturas de guerra más feroces que Terra había conocido jamás. Puede que no pudieran cargar mucho tiempo por los aires sus pesadas armaduras, pero les dotaba de una capacidad de combate inigualable.
El acaudalado Hesnem, con gran experiencia en las finanzas y la administración de los tesoros, era el encargado de la gestión de los materiales. En su pequeña habitación, columnas de libros con anotaciones sobre el inventario de hierro, madera y demás materias primas lo ocupaban todo. Escribía sin parar con una larga pluma de fénix sobre montones de papeles y pergaminos. Miraba y revisaba una y otra vez por si descuidaba alguna cifra. Nada podía fallar, pues un fallo en las listas de materiales se podría traducir en un mal abastecimiento de la nueva industria bélica.
En los campos de entrenamiento, todo hombre no solo de la fortaleza, sino de cualquiera de las múltiples aldeas y pueblos que había en las Montañas Rojas, debía acudir a los campos habilitados en la explanada que había junto al gran castillo que reinaba omnipotente sobre las alturas. Un mago ataviado en una armadura con las insignias del Culto del Dragón ocultaba su rostro bajo una capucha negra. Se había subido en un gran escenario construido para esta ocasión. Todos los recién reclutados lo miraban con temor y respeto. Habían oído historias sobre él, relatos sobre un mago que había hecho que los muertos se volvieran a levantar de sus tumbas, cuentos que hablaban sobre un nigromante que convertía a los vivos en nada más que polvo en unos pocos segundos. El portador de la muerte había sido apodado por el folclore popular en muchos lugares de Terra y allí estaba, no era otro que Kol’Rend. El poderoso nigromante les enseñaba desde lo alto como tenían que combatir, el modo de empuñar una espada y la manera de acabar con el enemigo. Los refugiados lo escuchaban con gran atención.
- Camaradas.- Kol’Rend empezó a hablar.- Os han echado de vuestras tierras. Os han quitado lo que por divino derecho os pertenece. ¿Sabéis quién ha sido? Pues yo os lo diré: Ha sido el Imperio y su despótico rey, el tirano conocido como Zacarías IX. Ese diablo que mora tras cortinas de seda y se refugia en su fortaleza es el causante de vuestro sufrimiento. Cuando algo os aflige ¿Qué hacéis? Yo os lo diré: todo lo posible para eliminar el dolor. Pues bien hermanos míos, ese tirano es el dolor que hace a vuestra alma afligirse. Debemos extirpar el dolor. Hay que matar a la bestia. Las tierras de Välos, vuestro ancestral hogar ha sido conquistado. ¡Hay que luchar! No miréis a vuestro enemigo con desprecio, no caigáis en esa tentación. Pasadlos por el filo de la espada como ellos harían con vosotros. No dejéis enemigo con vida, mostradles la misma compasión que ellos tuvieron con vosotros. Aniquilad a todo aquel que colabore con ellos. Deben morir por renegar de su linaje sanguíneo. ¡Sed entonces el filo de mi espada! ¡Sed entonces mi cólera sobre quienes han desafiado nuestro poder! Yo soy la mano y vosotros mi espada. Os daré la victoria y yo os devolveré vuestros hogares. ¡Por la libertad! ¡Por el nuevo orden!

*     *    *

   Sahjem y Yurkov habían salido cual criminales, con guardias y soldados persiguiéndolos a sus espaldas. Eran nada más que fugitivos, pues habían tornado de libertadores y grandes generales a esta figura penada por la ley. Sin duda era algo sumamente triste, algo que plasmaba el cruel y arbitrario girar de la rueda de la fortuna.
   Salir de las Montañas Rojas y pasar inadvertido no era tarea fácil a causa del escarpado relieve de aquel inhóspito lugar. Grandes dragones rojos con dragoneros a sus hombros patrullaban por toda la región para localizar a aquellos que habían escapado bajo el manto de la noche como única protección a su clandestina empresa.
   Sahjem abría el camino al ir el primero. Tenían que ir en fila dado que el camino para no ser descubiertos y llegar a las tierras del Imperio era bastante peligroso. Finas y frágiles cornisas y sendas eran el camino que habían de recorrer. La pura nieve, corrompida por las cenizas y azufre que Yurkov trajo sobre Terra, se fundía bajo los pies de los caminantes. Blancos e inmaculados copos caían del cielo y se enganchaban entre las pesadas ropas invernales de los viajeros. Desde los altos picos de las Montañas Rojas podían ver grandes llanos cubiertos de nieve y el sol saliendo al fondo para presidir todo lo hermoso que los dioses habían creado. En estos momentos es cuando Yurkov desearía transformarse y adoptar su cómoda forma demoníaca para poder volar con total libertad, para alzarse en los cielos y mirar con desprecio a las esponjosas nubes. Mas debía controlarse pues no era momento de llamar la atención con conjuros de tal envergadura.
   Los días transcurrían y las marchas se hacían interminables. El único cobijo para aquellos peregrinos cargados con sueños de venganza y armados con ideas llenas de revolución era alguna esporádica cueva que en la montaña encontraban, pero la mayoría de las veces dormían al raso. Tras las noches de frío y eterna vigilancia, volvía el día con el amanecer y ver antes de esto un águila o halcón despertar o una legión de búhos en formación. En tales inhóspitas tierras, echaban de menos sus cómodos hogares, los tiempos en que se vivía sin guerras… ¡Algo tan lejano! Pero ojala todo volviese a ser como antes.
   - Mira a lo lejos amigo mío.- Sahjem gritó eufórico.- ¡Ahí está el fin del viaje! He allí el Imperio.
   - Me desterraron de allí hace tanto tiempo.- Musitó Yurkov.- Hace sesenta años que no piso esas tierras. Puede que todo esté cambiado y no lo reconozca.
   - Lo dudo. Siguen bajo el reinado de Zacarías IX y su mentalidad inmovilista… así que todo seguirá igual. ¿Por qué cuando lleguemos no visitamos tu antigua mansión? Puede que encontremos algo que te anime o nos pueda ayudar.
   - ¿Qué?- Yurkov sacudió su cabeza.- Perdona… pero no te estaba prestando atención. Estaba… pensando en algo.
   - Te preocupa volver a tu antiguo hogar ¿no es así?
   - No es eso. Simplemente… hace tanto tiempo que no piso esas tierras. De mis más de doscientos años de vida, he pasado solo sesenta años fuera de allí. Créeme cuando te digo que eso es mucho tiempo, en especial cuando el exilio fue lo marcó la salida de mi tierra natal.
   Finalmente, tras una semana de marcha, arribaron a las murallas de las limítrofes fronteras del Imperio. Eran sumamente grandes y gruesas, construidas enteramente de granito. Pesadas banderas verdes y negras ondeaban al viento de la fría mañana invernal. El lugar donde la puerta de la muralla había sido construida estaba emplazado en una verde pradera parcialmente cubierta por la blanca y fría nieve. Dos grandes guardias ataviados con invernales abrigos verdes y armados con espadas cortas vigilaban la puerta.
   Un viejo comerciante con lujosos ropajes de seda paró con su carro cargado de objetos mágicos delante de las puertas de la muralla. Dos grandes unicornios tiraban de la mercancía. El individuo rebuscó entre sus prendas un documento y lo enseñó a los vigilantes, éstos al verlo le abrieron las puertas de par en par y el comerciante entró.
   Sahjem y Yurkov se aproximaron a la puerta con total calma. Uno de los guardias se aproximo a ellos y les impidió el paso.
   - Lo siento.- Dijo el guardia.- No está permitido el paso a no ser que traigáis un pase firmado por la corona.
   - Carecemos de dicho pase.- Le respondió Sahjem.- Pero debemos entrar como sea. Hay ciertos asuntos muy importantes para nosotros que no pueden ser pospuestos.
   - Lo siento.- Repitió el guardia.- Pero las normas son las normas. Solo un pase de la corona puede hacer que paséis, o eso, o que seáis de la nobleza.
   - Abridnos inmediatamente.- Ordenó Yurkov dando un paso al frente.
   - ¡Largaos de aquí!- Gritó el guardia.- Tengo demasiadas cosas que hacer y no puedo perder el tiempo con desechos sociales como vosotros.
   - ¿Cómo osas a hablarme en ese tono?- Exclamó Yurkov y su voz sonó al igual que cuando su lado diabólico tomaba el control de su ser.- Yo soy el Gran Inquisidor Yurkov, fundador de la Santa Inquisición Imperial. ¡No tengo necesidad de aguantar a escoria como vosotros!
   - Eso es imposible.- Dijo el otro guardia mientras fumaba de su pipa.- Yurkov murió asesinado por los Guerreros de las Almas Perdidas hace sesenta años.
   - ¿Muerto?- Yurkov no creía lo que acababa de escuchar. No solo lo habían exiliado, sino que también lo habían “asesinado” por uno de sus mejores amigos.- Yo nunca he muerto ni los Guerreros de las Almas Perdidas han intentado matarme.
   Los guardias se miraron y empezaron a reír.- Un momento, amigo. ¿Nos estás diciendo que tú eres el mítico Yurkov?
   - Creo que el viajero ha bebido demasiado vino.- Se mofó el otro guardia.- Pero ¿quiénes somos para decir lo que ha bebido el héroe de las guerras contra Seporia?
   Yurkov apretó los dientes. No soportaba que unos miserables guardias se burlasen de un mago tan mítico como él. Sahjem se dio cuenta de cómo la rabia lo consumía. Los ojos de Yurkov se tornaron en un matiz rojo muy brillante, sus venas se empezaban a notar por toda su piel.
   - ¡Callaos!- Rugió Yurkov con una voz de ultratumba.- ¡Yo soy Yurkov Berhelait! ¡El general que llevó la victoria al Imperio durante las guerras de Seporia! He combatido en miles de batallas, bajo el sol abrasador de los páramos que hay frente a Sora y en el frío de las Montañas Rojas.
   - ¡Yurkov!- Exclamó Sahjem.- ¡Contenté! Resiste la transformación. Y vosotros… dejadnos pasar por los dioses. ¿Acaso no veis qué es un mago?
   - No nos importa qué seáis. Su majestad nos colgará si dejamos pasar a alguien sin el correspondiente permiso, y unos trucos de poca monta no nos asustarán. ¡Fuera de aquí! Si no os largáis tendremos que recurrir a la fuerza.
   - Qué así sea.- Susurró Yurkov y sonrió con una malvada mueca.
   El demonólogo invistió con su hombro y tiró al suelo a uno de los guardias. El vigilante que fumaba de la pipa la arrojó al suelo y empuñó su espada. Yurkov desenvainó una de sus espadas y la clavó en el pecho de aquel al que había arrojado al suelo. Entonces, miró fríamente al segundo guardia. El miedo se apoderó de él, sus músculos estaban demasiado entumecidos como para reaccionar. Yurkov se aproximó lentamente a él y le ordenó que se arrodillase. El acobardado guardia así lo hizo.
   - Dame motivos para no matarte.- Le ordenó Yurkov mientras sostenía sus dos espadas a la altura del cuello de aquel miserable.
   - Esto…yo… y-yo tengo familia. Sí… tengo fa-familia. Mi mu-mujer y mis hijos no… no pueden estar so-solos.- Balbuceó el guardia.
   - No deberían preocuparte mucho cuando as osado provocarme.
   - Pero… yo no-no sabía que seguíais vivos… mi-mi señor.- El guardia cada vez estaba más asustado y temía por su vida.
   - Me resultáis tan sumamente patético, incluso me dais pena.- Suspiró el demonólogo.- Marchaos. Espero no veros nunca más.
   - Gracias mi señor.- Dijo lleno de alegría y le besó los pies.- Hay un torneo en la ciudad reservado para los más grandes de los guerreros. Tendrá lugar dentro de tres meses más o menos.
   - ¿Un torneo dices?- Sahjem parecía intrigado.- Háblanos de dicho torneo.
   - Es el torneo para los más grandes guerreros. Fortuna y gloria aguardan para los vencedores. Creo que la inscripción es por parejas… podríais apuntaros.
   - No es mala idea ¿no crees amigo mío?- Le dijo Yurkov a Sahjem.
   - Sin duda alguna. ¿Cómo podemos inscribirnos?- Preguntó Sahjem.
   - En el gremio de los guerreros.- Le contestó el guardia.- Es el cuartel donde se entrenan los mayores guerreros del Imperio.
   - Entiendo.- Asintió Yurkov con la cabeza.- Antes has mencionado que fortuna y gloria aguardaban a la pareja que pudiera vencer en la arena. ¿De qué fortuna hablabas?
   - Corren rumores de qué se le entregara la mano de una mujer sumamente hermosa a uno de los vencedores y para el otro vencedor… bueno… creo que era su peso en oro.
   - Parece algo bueno. Supongo que no tendrás ahora ningún problema para dejarnos pasar ¿verdad, escoria?- Yurkov acercó más las espadas al cuello del hombre. Empezó a sudar como un cerdo. El miedo a la muerte es lo que hace que muchos hombres puedan ser dignos.
   - En-en aboslu-luto.- Balbuceó el tembloroso guardia.
   - Tal y como esperaba.
   Los dos magos continuaron su senda. Atravesaron la gigantesca puerta que daba entrada a las tierras de Zacarías IX. Era un pórtico sumamente hermoso, con finas y delicadas esculturas de flores que lo decoraban por toda la estructura. Era una recreación pétrea de los grandes jardines de aquellos lugares, famosos por sus fastuosas obras de jardinería. Otro par de guardias que se hallaban junto al portal se apartaron con miedo. No querían interponerse en el camino de aquellos seres mágicos e implacables. ¿Sería acaso aquel hombre el Yurkov del que hablaban los cantos populares del Imperio? ¿Sería aquel hombre el mago que había dirigido a las tropas imperiales contra los impíos soldados de Seporia? Todo apuntaba a una triste realidad: aquel era Yurkov Berhelait. El demonólogo que comandó la elite de los ejércitos de Zacarías IX bajo el estandarte de la Santa Inquisición Imperial, el estandarte del demonio encadenado a dos columnas.
   Sahjem y Yurkov caminaron por una larga calzada de baldosas. El camino se perdía en un horizonte de hierba y nieve. El cielo lloraba con copos de nieve y blancas e inmaculadas nubes reinaban sobre los verdes pastos. El viento soplaba y con su brisa arrastraba los copos cual dientes de león a la par que mecía la fina hierba. Encontraron a muchos caminantes con variopintos animales de carga, desde la más vulgar mula al más majestuoso de los unicornios. Sin embargo, todos los viajeros quedaban petrificados ante la presencia de aquellos dos seres. Su mera presencia perturbaba a los caminantes, pues su sed de venganza los consumía. Miradas, tan frías como la nieve que de los cielos caía, se adueñaban de las cuencas de sus ojos.  Cada paso que daban hacía que la nieve que pisaban se fundiera. Todo aquel viajero que los veía pronto intuía sobre su naturaleza mágica y despiadada.
   Al anochecer, los dos magos vieron en la lejanía de la noche las luces de una ciudad. Era Bhorakin, capital del Imperio y hogar de Zacarías IX. Las luces de los farolillos que la noche iluminaban cada vez estaban más cerca de los agotados viajeros. Pronto llegaron a la ciudad y entraron en sus calles. Casas grisáceas y mugrientas crecían del mismo modo que setas a ambos lados de la calzada. Sus tejas rojizas y amarillentas reflejaban la luz de la luna. Grupos de hombres borrachos vagaban en la oscuridad y luchaban para mantenerse en pie. Muchos de ellos llevaban en sus manos botellas de licor o iban acompañados por alguna prostituta propia de los barrios bajos. Efectivamente, esos eran los barrios bajos de Bhorakin. Bandas de individuos de dudosa legalidad los acechaban bajo en manto nocturno. Vecinos inquietos cerraban sus carcomidas puertas de madera cuando veían a aquellos dos forasteros a lo lejos.
   Sahjem y Yurkov vieron un letrero mugriento en el que vagamente se podía leer “Taberna del liante”. Ambos magos se miraron y encogieron sus hombros. ¿Qué otra opción tenían salvo la de pasar la noche en aquella sórdida taberna? Con suerte podrían encontrar cobijo e incluso divertirse con los habituales de aquel antro. Tragándose su orgullo de magos aristocráticos y todopoderosos empujaron la puerta. Al contrario de lo que esperaban, en el lugar había bastante gente. Hombres y mujeres, vagabundos, asesinos y proxenetas. Sin duda, un lugar inmundo para tal escoria.
   Tres individuos ataviados en ropajes de cuero negro caminaron hacía los magos. Llevaban barbas largas y sin cuidar, al igual que su pelo. No se podía saber con exactitud de que color era, pues tal era la suciedad del mismo que era imposible adivinarlo.
   - Vaya…Parece que unos forasteros han venido a nuestra taberna.- Dijo el que parecía ser el líder de esos matones.- Por las armaduras parecéis de la guardia.- Todos rieron por la supuesta broma.
   - No somos de la guardia.- Contestó fríamente Sahjem.- Y ahora dejadnos en paz.
   - ¿Has oído eso jefe? Afirman no ser de la guardia pero dan órdenes creyéndose la ley y el orden. ¿No son patéticos?
   - Patéticos realmente.- Asintió el líder.- Conozco a los de vuestra calaña. Sois esos asquerosos nobles jóvenes que en busca de aventuras vienen a los bajos fondos de la ciudad. Malditos aristócratas… en esta taberna yo soy la ley y el orden. No acatamos las órdenes de su majestad el rey Zacarías IX. La nobleza nos deja en paz con nuestros negocios y nosotros no los molestamos. Pero aún así… hay idiotas como vosotros que osan aventurarse en las mismísimas puertas de los infiernos. Pero vuestro error puede ser enmendado. Entregadme todo vuestro oro y las preciosas armaduras que portáis.
   - ¿Qué os entreguemos todas nuestras pertenencias?- Yurkov no acababa de comprender aquello. En toda su larga existencia nunca un mortal se había atrevido a contestarle en ese tono a un demonólogo.- Me parece que no os hemos entendido bien.
   - ¿Acaso sois sordos? Entregadnos todo lo que llevéis encima.
   - ¿Y si nos negamos?- Preguntó Sahjem con ironía.
   - Nos veremos obligados a mataros.
   - No queréis luchar contra nosotros, te lo aseguro.- Dijo Yurkov.- Llevamos una jornada muy larga y queremos descansar. De todos modos, si os atrevierais a retarnos en duelo… pereceríais. Hemos derramado demasiada sangre como para que nos importe un miserable matón.
   - ¿Cómo osas a hablarme en ese tono?
 El líder de aquellos hombres no creía lo que acaba de oír. Lo habían insultado en su territorio, a uno de los hombres más crueles de los bajos fondos. No podía dejar correr esa ofensa, su honor de villano tenía que ser reparado con sangre. En un modo amanzánate desenfundó su daga y lo mismo hicieron sus esbirros. Sahjem levantó sus manos del mismo modo que quién levanta una pesada carga. A la par que el ilusionista hacía esto, dos de los bandidos empezaron a levitar en el aire. Gritos de terror intentaban salir de sus gargantas, pero eran silenciados por la magia de Sahjem. Pasados unos segundos, Sahjem bajó bruscamente las manos. Cayeron los matones con gran velocidad contra el suelo de madera quebrándolo, y allí quedaron inconcientes. El líder de aquellos hombres palideció, pero aún así arremetió gritando con su daga en la mano contra Sahjem. El antiguo rey de Välos lo esquivó grácilmente. Se emplazó a las espaldas de su enemigo y propinó una patada en sus espaldas. Aquel malhechor salió despedido y rompiendo los sucios cristales aterrizó en medio de un charco de fango que había a las puertas de la taberna.
Acabada la trifurca, los dos magos se sentaron junto a una mesa ante la atenta mirada de todos los clientes. Sahjem fue hacía la barra, quería hablar con el dueño del local sobre unos asuntos. Ninguno era de la incumbencia de Yurkov, o al menos no les interesaba. El demonólogo simplemente permaneció allí, observando a quienes frecuentaban el local. Una hermosa camarera llevaba jarras de cerveza de un lugar a otro. Era bastante joven y aún así trabajaba en aquel lugar con esa chusma. Su blanca piel y el cabello rojizo que caía sobre sus hombros sin duda llamaban no solo la atención de depravados clientes. Cuando la joven pasó junto a la mesa donde Yurkov estaba sentado la llamó. La chica palideció y se acercó con gran miedo.
- ¿Qué…qué desea señor?- Tartamudeó la camarera.
- No tienes por qué temerme. Tan solo quería que me contestaras a unas preguntas, si no te importa.
- Por…por su-supuesto que no.
- ¿Qué edad tienes?
- Veintitrés años. ¿Por qué?- La joven palideció aún más y Yurkov se dio cuenta del por qué.
- No es por lo que crees. Te repito que no tienes por qué temerme. No deseo hacerte daño y tampoco estoy interesado en ti. ¿Conoces bastante sobre esta ciudad?
- Así es. En esta taberna puedo enterarme de casi todo lo que pasa.
- Excelente. ¿Y por casualidad conoces algo sobre la Inquisición?
- Todo el mundo la conoce. ¿Hay problemas con ella?
- En absoluto.- Le contestó Yurkov con una calida sonrisa. Hablar con almas puras hacía que su sed de venganza disminuyera. Su alma estaba marcada por la demonología y cada vez que entablaba una conversación con alguien cándido como aquella joven, su corazón rebosaba alegría.- ¿Me podrías contar todo lo que sabes sobre ella?
- ¿Sobre la Inquisición? La fundó Yurkov, un poderoso demonólogo. Son un conjunto de guerreros y magos muy poderosos. Yurkov la dirigió en persona durante mucho tiempo, pero parece ser que murió. Desde entonces…la Inquisición no es lo que era. Se han convertido en crueles asesinos en lugar de los soldados consagrados al Imperio que en antaño fueron.
- ¿Quién mató a Yurkov?
- Dicen que fue Sahjem, el rey de Välos. Él también murió hace poco, durante la conquista de su reino… supongo que Yurkov ha sido vengado por el Imperio, pero si soy sincera, dudo mucho que Sahjem matará a Yurkov.
- ¿Por qué piensas eso?
- Porque eran grandes amigos. Que el rey de Välos fuese enemigo de Zacarías IX no quiere decir que odiara a Yurkov también.
- Excelente. ¿Alguien como tú no tendría que trabajar en los archivos imperiales? Tienes talento para eso.
- Ojala pudiera señor. Pero no puedo. Soy pobre y he de trabajar en esta sórdida taberna. Trabajar en los archivos imperiales o en la gran biblioteca de Bhorakin ha sido desde hace muchos años mi mayor sueño.
- Y seguro que lo conseguirás.
- Lo dudo mucho, pero gracias por los ánimos.- La chica sonrió con una triste mirada. Odiaba estar atrapada allí y el demonólogo se entristeció por ello.
- Pareces conocer la historia de esta ciudad. ¿Podrías llevarnos a mi compañero y a mí a la mansión donde Yurkov habitaba? Estamos muy interesados en ese lugar, si es que aún existe.
- No puedo, tengo que trabajar aquí.
Yurkov sacó una bolsa repleta con monedas de oro y la puso en las delicadas manos de la joven. Cuando vio esto, su cara se iluminó y tímidamente se acercó más aún al demonólogo para preguntarle algo.
- ¿Quiénes sois? He visto antes lo que habéis hecho con aquellos bastardos.
- Nunca nos creerías.
- Seguro que sí. Se que no sois hombres normales. ¿De dónde venís entonces?
- Como quieras.- Suspiró el mago, la joven nunca le creería.- Soy Yurkov y el que viene conmigo es Sahjem. Bajo este mismo momento estás bajo nuestra protección.
- Eso es imposible.- La joven no creía lo que oía. Estaba en presencia de dos magos legendarios y que supuestamente tendrían que haber muerto.- ¿Entonces sois magos? ¿Que diablos hacéis en los barrios bajos de Bhorakin? Todo es tan extraño…
- Lo es.- Sonrió Yurkov.- Pero mañana tenemos que marchar, puedes acompañarnos si quieres, pero los peligros acechan en cualquier lugar.
- Haría cualquier cosa por dejar mi vida atrás. Os acompañaré, pero debes contarme tu historia. Siempre he deseado conocer al fundador de la Santa Inquisición Imperial.
- ¡Yurkov!- Sahjem exclamó desde la barra.- Necesito que vengas inmediatamente. Tienes que ver esto.
El demonólogo caminó hacia donde se encontraba su compañero de aventuras. Sentía curiosidad por lo que tenía que mostrarle. La camarera lo acompañó. Todos los clientes quedaron perplejos al oír ese nombre, pero pensaron que sería una coincidencia nada más. ¿Cómo iba a estar aquel mítico mago entre ellos? Todos sabían que había muerto.
- ¿Qué ocurre Sahjem?
- He preparado una bebida de mi tierra natal. Es un licor sumamente fuerte, pero delicioso.- Sahjem miró a la chica y susurró- ¿Quién es?
- Es nuestra protegida, nos puede resultar muy útil.- Yurkov bebió de uno de los vasos donde Sahjem había preparado su bebida.- ¡En el nombre de todos los infiernos! ¿Qué es esto?
- El licor se llama Gu’al-maio. Delicioso ¿no crees?
- Cierto, pero es una bebida muy fuerte. Si fuese un mortal probablemente ya estaría borracho.
- Así es.- Sahjem rió con alegría.- He alquilado dos habitaciones y donado una suma de dinero para no ser molestados y permanecer en el anonimato. Si la chica desea quedarse que pase la noche contigo. Yo no quiero compañía en mis aposentos.
- Como quieras.- Contestó Yurkov.- Descansemos entonces pues mañana será un día bastante duro.

*     *    *
Yurkov entró en la habitación junto a la camarera y se sentó en una mecedora.
- Puedes quedarte con la cama.- Le dijo.- Yo puedo dormir aquí perfectamente.
- Muchas gracias señor.- La muchacha se sonrojó.- Mi nombre es Thiara, perdón por no haberlo dicho antes.
- No importa, y por favor llámame por mi nombre. Ahora te contaré mi historia como dije.
De este modo Yurkov, acomodado en la mecedora que en una de las esquinas del cuarto se encontraba, procedió a narrar la historia de su vida. La chica solo se limitaba a escuchar con pasmosa atención, sin permitir escapar alguno de los detalles.

*

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« Respuesta #25 : Enero 26, 2006, 10:32:17 pm »
No he leido, así que no opino

Hahaha
Vorgon: si van a donar a los dioses, donen sobre l 90% de la plata o se comeran un spell...
Chaos:¿El 90%?.
Vorgon: sep, de ahi te dejo mi guía del dioseo ;).
Vorgon: 90% wn oh!!!!.

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« Respuesta #26 : Enero 27, 2006, 07:12:37 am »
pues lee :(

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« Respuesta #27 : Enero 27, 2006, 11:59:05 am »
spammmmmm

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« Respuesta #28 : Enero 27, 2006, 11:35:15 pm »
Qué es leer?

Es como escriibr pero más fome, no?


GAAAAR!!

Ofreces 10,000,000,000 monedas a Sol, El grandioso Padre
El sacerdote permanece en silencio.

Jr. Member!!! que carajo??!?!?!

Novela Reloaded
« Respuesta #29 : Enero 28, 2006, 12:00:19 am »
Ta bien eh, mucha imaginacion.
Si yo hiciera una historia me la leeria mil veces, corrigiendola cada vez, de modo que cuando terminara no la reconoceria ni su propio padre, pero al menos quedarme totalmente a gusto con la obra.
El mayor critico: uno mismo.

Hay historias sin magia?
En Edén, en el huerto de Dios estuviste: toda piedra preciosa fué tu vestidura; el sardio, topacio, diamante, crisólito, onique, y berilo, el zafiro, carbunclo, y esmeralda, y oro, los primores de tus tamboriles y pífanos estuvieron apercibidos para ti en el día de tu creación.